3 de febrero de 2015

San BLAS. M. c. 316.

(Biagio, Blaise, Vasco, Blasco)
Blando de lengua. Charlador, tartamudo. Zambo

Martirologio Romano: San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, padeció en tiempo del emperador Licinio en la ciudad de Sebaste, en Armenia.



Las noticias históricas sobre él son muy escasas, porque la leyenda ha enriquecido esta biografía con muchos relatos prodigiosos, que han contribuido a hacer a este santo uno de los más populares de la Edad Media, cuyo culto se ha visto incrementado sobre todo por la difusión de sus reliquias. Lo realmente cierto es que era de origen armenio y que fue obispo de Sebaste (Sivas) Armenia. Mártir durante la persecución de Diocleciano, otros autores dicen que durante la de Licinio en el 316 y que parece ser la más segura, pues Licinio fue el que llevó la persecución a Oriente. La profesión médica tiene relación con su poder taumatúrgico.
La leyenda dice que nació en Sebaste y fue médico y que se entregó a toda clase de ejercicios que le deparaban su profesión para ejercer la caridad con cuantos acudían a él. Las Actas le presentan adornado de toda clase de virtudes cristianas: era humilde, caritativo, manso, piadoso, casto, inocente...
Quiso retirarse a la soledad para acabar sus días dedicados a la oración, pero la sede episcopal de Sebaste quedó vacante y la voz común de todos los cristianos era que Blas fuese su obispo. Por ello y, muy a pesar suyo, tuvo que aceptar el cargo. Durante la persecución de Licinio, se refugió en una gruta donde las mismas fieras acudían para que las curase. De vez en cuando abandonaba su escondite y bajaba a la ciudad para animar a los cristianos encarcelados. 
Las Actas cuentan el caso de san Eustracio al que animó a perseverar en la lucha y aceptase el martirio con valor. Por fin llegó la hora de Blas, Agrícola, gobernador de Capadocia, mandó arrestarlo en su gruta, y Blas se entregó sin resistencia: "Vamos a derramar nuestra sangre por Jesucristo. Al fin se ven colmados mis ardientes deseos. Esta noche me ha comunicado el Señor que finalmente se digna a aceptar mi holocausto". 
Fue a verlo una madre a la prisión y le rogó que auxiliase a su hijo, que se estaba asfixiando a causa de una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. El santo lo curó con una señal de la cruz y una oración. La condena a la decapitación coronó su martirio, otros hagiógrafos piensan que fue lacerado con un peine de hierro. 
Su fiesta se observaba con gran solemnidad en Oriente y en Occidente, como abogado contra los males de garganta. Patrón de Saint Blasien en la Selva Negra. MEMORIA FACULTATIVA. 

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