14 de febrero de 2015

San AUXENCIO DE BITINIA. M. c. 470.

(Aujencio)
Creciente, que se desarrolla

Martirologio Romano: En el monte Scopa, en Bitinia, san Auxencio, presbítero y archimandrita, el cual, aprovechando la cátedra que ocupaba, defendió la fe de Calcedonia con la voz de sus virtudes.

Nació en Siria de padres persas; fue el hijo de una persona llamada Addas. En su juventud, fue uno de los guardias ecuestres de Todosio el Joven, pero sus deberes militares, que cumplía con entera fidelidad, no le impedían hacer del servicio de Dios su principal interés. Todo su tiempo libre lo pasaba en soledad y oración, y frecuentemente visitaba a los santos reclusos que ocupaban ermitas en los alrededores para pedirles albergue y poder pasar la noche con ellos, haciendo ejercicios penitenciales y cantando alabanzas a Dios. 
Finalmente, el deseo de una mayor perfección, o el temor de la vanagloria, lo indujeron a adoptar la vida eremítica. Formó su albergue en la montaña desierta de Oxia, a sólo doce kilómetros de Constantinopla, pero al otro lado del Helesponto, en Bitinia. Allí parece ser que fue muy consultado y que ejerció considerable influencia, debido a su fama de santidad. 
Cuando se reunió en Calcedonia el IVº Concilio Ecuménico para condenar la herejía eutiquiana, Auxencio fue llamado por el emperador Marciano, no como algunos de los biógrafos del santo sugieren, por su gran sabiduría, sino porque se sospechaba de sus simpatías con la doctrina de Eutiquio. Auxencio se justificó de la acusación que le hacían. Cuando estuvo de nuevo en libertad, no regresó a Oxia, sino que eligió otra celda más cercana a Calcedonia, en la montaña de Skopas, que luego se llamó monte San Auxencio, donde fue presbítero y archimandrita. Allí permaneció, entregado a una vida de gran austeridad, instruyendo a los discípulos que acudían a él, hasta su muerte.
El historiador Sozomeno escribió todavía en vida del santo sobre la fe constante de Auxencio, así como sobre la pureza de su vida y su intimidad con fervorosos ascetas. Entre los que buscaban dirigirse por él, en sus últimos años, hubo algunas mujeres. Estas formaron una comunidad y vivían juntas al pie del Monte Skopas. Se les conocía como las Trichinarae “las del hábito de crin”. Fueron ellas las que, después de una larga contienda, lograron obtener la posesión de sus restos mortales, que guardaron como reliquia en la iglesia de su convento.

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