La que jura por Dios. Dios conoció. Dios es plenitud. Dios ha ayudado.
Nació probablemente en Cremona, su padre era un caballero al servicio de la familia reinante de los Gonzaga, y por ello se fueron a vivir a Mantua. Isabel se educó en esta ciudad y vivió cerca de la Iglesia de san Bernabé, que entonces era regida por los Siervos de María de la Congregación de la Observancia, lo que fue motivo de un trato frecuente con los frailes de esta Orden; esta circunstancia no dejaría d influir en la formación espiritual de la joven Isabel.
Su padre quiso casarla, pero ella se negó, y afirmó que quería consagrarse a Dios. Después de la muerte de su madre ingresó como Terciaria de los Siervos de María (mantelata). Primero vivió en la casa paterna a la manera de una religiosa; luego, al morir su padre, se fue a vivir con su hermana Orsina, casada con el aristócrata Bartolomé de Gorno. Allí, en una habitación apartada, pasó el resto de su vida, no lejos de la iglesia de los Siervos.
Esparcida la fama de su santidad, la gente acudía a ella para consultarla, pues la consideraba un oráculo divino; y dado que muchas veces alcanzó para sus conciudadanos los favores celestiales por intercesión de nuestra Señora, recibió el apelativo de “confidente de la Madre de Dios”.
Muchas doncellas siguieron su admirable ejemplo y formaron una fraternidad regular de la Tercera Orden. Fue asidua a la meditación de las Sagradas Escrituras, recepción de la Eucaristía y recitación del Oficio divino y muy devota de María. Se dedicó con tanto fervor a la Madre de Cristo que, a imitación suya, quiso guardar perpetua virginidad. Cultivó con tanta delicadeza la castidad que, en los últimos instantes de su vida, daba rendidas gracias a Dios y a la santísima Virgen porque moría conservando intacta la flor de la virginidad. Contra la costumbre de su tiempo, recibía con frecuencia la Eucaristía de manos de fray Bernabé de Mantua. Al final de su vida acudía diariamente al sacramento de la Penitencia. Murió muy joven y con fama de santidad.
Sus restos reposan en el pueblo de Tor de Picenardi, en la provincia de Cremona. El Papa Pío VII, el 20 de noviembre de 1804, aprobó el culto, extendido a la Orden de los Siervos y a las diócesis de Mantua y Cremona.
Sus restos reposan en el pueblo de Tor de Picenardi, en la provincia de Cremona. El Papa Pío VII, el 20 de noviembre de 1804, aprobó el culto, extendido a la Orden de los Siervos y a las diócesis de Mantua y Cremona.
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