Martirologio Romano: En Ruspe, ciudad de Bizacena (hoy Túnez), san Fulgencio, obispo, que después de haber sido procurador de Bizacena, abrazó la vida monástica y, constituido obispo, durante la persecución por los vándalos sufrió mucho a causa de los arrianos y fue exiliado a Cerdeña por el rey Trasamundo. De regreso a Ruspe, dedicó el resto de su vida a alimentar a sus fieles con palabras de gracia y de verdad.
Nació en Telepte (hoy Medinte-el-Khedima), provincia romano-africana de la Bizacena, de origen senatorial, de la familia de los Gordianos. Trabajaba como exactor de impuestos de Roma en el norte de África; las incitaciones de sus superiores a mostrar cada vez mayor dureza con los morosos, hizo que le empezara a desagradar su trabajo. En sus visitas a los conventos aprendió la pobreza, por esta razón, pidió al abad Fausto de Bizancio que le admitiera en su monasterio. Después de leer la "Enarratio" y las "Confesiones" de san Agustín. Lo dejó todo por la vida monástica a pesar de la fuerte oposición de su familia, especialmente de su madre. Nada más ingresar en el monasterio, a causa de una persecución de parte de los vándalos arrianos del rey Hunnerico, junto su amigo Félix, fueron apresados. A Fulgenció se le conmutó la pena de muerte por la deportación, y Félix fue públicamente azotado y también deportado. Fulgencio tuvo que buscar refugió, en un monasterio más lejano, donde fue coadjutor del abad. Pero otra persecución lo hizo huir todavía más lejos, a los confines de Mauritania.
La lectura de las "Collationes" de Casiano, obra muy difundida entre los círculos monásticos, le impulsó a buscar una ascesis más severa junto a los monjes de Egipto. Puesto ya en camino, durante su escala en Siracusa, el obispo local Eulalio consiguió disuadirle de su propósito informándole del cisma acaciano, que en ese momento separaba a la cristiandad oriental, y a los monjes de Egipto.
Fue en peregrinación a Roma con ocasión de la visita de Teodorico, rey de los ostrogodos (500), y cuando regresó a África, reemprendió la vida monástica, pero esta vez con clara voluntad de entregarse a la ascesis solitaria, por cuya razón tuvo enfrentamientos con los fieles, que le exigían mayor compromiso comunitario. Ordenado presbítero, fue aclamado obispo de Ruspe (Cartago) en el 508. Intentó por todos los medios sustraerse al nombramiento, pero tuvo que aceptarlo. Aunque siempre fue obispo, su vida cotidiana estaba impresa del espíritu monástico agustiniano. Una tercera persecución, ordenada por el rey Trasamundo (496-523) lo exilió a Cerdeña, concretamente a Cagliari, junto con otros obispos, donde fundó monasterios. Estuvo en su exilio sardo durante muchos años hasta que fue llamado de nuevo a Ruspe, porque sus cartas escritas desde el exilio en nombre de otros obispos confinados con él, hizo que el rey, al que le agradaba la teología, le llamara a Cartago para discutir sobre teología y ponerlo a prueba. No salió bien parado Trasamundo, que lo envió de nuevo a Cerdeña, de donde pudo volver en el 523, con los demás obispos de África, cuando murió el rey. Se dedicó a su oficio de pastor hasta su muerte.
Sus escritos contra la herejía hicieron de él un famoso doctor de la Iglesia. Escribió "Contra los arrianos", en el 515; "A Trasamundo" en la que afirma las dos naturalezas de Cristo. "Contra el discurso de Fastidioso Arriano a Víctor"; "Contra Fabiano"; "La Trinidad al notario Félix"; "A Mónimo"... etc. Todas sus obras son de inspiración agustiniana, ya sea cuando rebate las herejías, como cuando habla de la Trinidad. Lo que más frecuentemente se citaba, durante mucho tiempo, era su “dogma inquebrantable”: “No sólo todos los paganos, sino también todos los judíos, y todos los herejes y cismáticos que acaben su vida fuera de la Iglesia católica, perecerán en el fuego eterno”; esta doctrina ya está en desuso. Es patrón de Cagliari (Cerdeña).
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