Floreciente. El defensor, el enemigo de los burros.
Natural de Poggiole di Vernio en Florencia. Ingresó en los servitas en 1837 del archicenobio de Santísima Annunziata de Florencia. Fue ordenado sacerdote en 1843 en la iglesia de San Salvador de Florencia. Fue enviado a Viareggio como coadjutor de la parroquia de San Andrés, y al cabo de tres años fue nombrado párroco de esta parroquia, ministerio que desempeñó con toda fidelidad durante cuarenta y cinco años, hasta su muerte, dando ejemplo de una vida santa y llena de actividad pastoral, entregado totalmente a Dios y al pueblo que le había sido confiado. No obstante la intensidad de su apostolado, nunca desatendió el estudio, y así, obtuvo el grado de maestro en sagrada Teología.
Durante varios años fue prior del convento de Viareggio y prior de la provincia toscana, cargos que ejerció con admirable prudencia y acierto, a pesar de las adversas circunstancias: el poder político y las leyes de la época eran hostiles a las órdenes religiosas y a los institutos de vida común. En el desempeño de los cargos de prior conventual y provincial, recordando las palabras de san Agustín. Prefirió ser amado a ser temido por los frailes, feliz de servir con la caridad más que de dominar con el poder.
Se distinguió por la humildad, el riguroso dominio de la lengua, el trato habitual y familiar con Dios, el amor a la pobreza. Se hizo yodo para todos, a fin de ganar a todos para Cristo. Ayudaba siempre a los necesitados, ofreciéndoles incluso sus vestiduras; con razón fue llamado "padre de los pobres". Como fiel ministro del sacramento de la penitencia, dedicaba cada día muchas horas al bien de las almas. Sus ocupaciones cotidianas eran trabajar por la conversión de los pecadores, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas recibidas, extinguir los odios y enemistades, devolver la paz a las familias, asistir solícita y paternalmente a los enfermos y moribundos. La máxima prueba de caridad hacia el prójimo la dio con ocasión de una epidemia de cólera: durante dos años apenas se concedió descanso alguno y, sin velar por su salud, se consagró día y noche al cuidado de los afligidos y enfermos. El Señor le concedió varios carismas, principalmente el don de escrutar los corazones y el don de curación; algunas veces fue arrebatado en éxtasis y experimentó el fenómeno de las levitaciones.
En 1849 fundó para los jóvenes la Congregación de la doctrina cristiana y la Compañía de San Luis. Reformó el Alma Compañía de María Santísima de los Dolores, fundada en 1844, a la que redució su vida exclusivamente fraternal para hacerla más activa en la actividad pastoral de las parroquias. En 1882 fundó una Congregación de madres cristianas para aproximarlas a la vida parroquial. En 1853, Fundó en su parroquia y dirigió con notable prudencia un grupo de Hermanas Siervas de María, cuya finalidad era la educación cristiana de las jóvenes. Para fomentar la vida cristiana instituyó numerosas asociaciones para niños y jóvenes, para hombres y mujeres; promovió las conferencias de san Vicente de Paúl, recientemente introducidas en Italia desde Francia, e incrementó el apostolado a favor de las misiones.
Fue el primero que proyectó y llevó a cabo una "casa" en la costa marina para alojamiento y atención de los niños de endeble salud. En la realización de toda su obra pastoral fue sostenido y animado por su amor al santísimo Sacramento y a la Virgen de los Dolores, a quien consagró solemnemente su parroquia. Introdujo también las Pontificias obras misioneras e instituyó la Hermandad de la Misericordia. Después de socorrer a un enfermo murió de una pulmonia en Viareggio. Se le conoció como "el curita" y tuvo fama de santidad. El cuerpo de Antonio María Pucci es venerado en la basílica de San Andrés de la ciudad de Viareggio, Italia. Fue canonizado por san Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.
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