(fr.: Jean Baptiste Du Cormier).
Martirologio Romano: En la ciudad de Laval, en Francia, beatos presbíteros Juan Bautista Turpín du Cormier y otros trece compañeros, mártires, que por su constante fidelidad a la Iglesia católica fueron guillotinados durante la Revolución Francesa. Sus nombres son: beatos Juan Bautista Triquerie, de la Orden de Hermanos Menores Conventuales, Juan María Gallot, José Pellé, Renato Luis Ambroise, Julián Francisco Morvin de la Gérardière, Francisco Duchesne, Jacobo André, Andrés Duliou, Luis Gastineau, Francisco Migoret Lambardière, Julián Moulé, Agustín Manuel Philippot y Pedro Thomas.
Víctimas de sentimientos anticlericales nacidos en Francia durante los desordenes provocados por la revolución francesa. Fueron guillotinados en Laval, entonces diócesis de Le Mans, y ahora cabeza de una diócesis propia. Su delito fue enemistad con la República, esto significaba que los 19 se habían negado a prestar el doble juramento que se les pedía el de la “Constitución Civil del Clero” y el llamado “Libertad-Igualdad”. No se les deportó como a otros sacerdotes menos ancianos, sino que estaban detenidos en el convento de religiosas llamado Patience. Casi todos ellos fueron detenidos en 1792.
Ocupada Laval, en 1793, por el ejercito vandeano, fueron liberados, pero como inmediatamente fueron derrotados por los republicanos de la revolución, volvieron a ser encarcelados en el convento. Todo el tiempo que estuvieron detenidos, pasaron muchas incomodidades, a causa de su ancianidad.
El tribunal revolucionario de Laval quería vengarse de los fracasos sufridos por las ideas nuevas en el departamento. El 21 de enero de 1794, hacia las 8 de la mañana, los 14 sacerdotes fueron conducidos al tribunal, junto con algunos otros sospechosos.
Durante el juicio que se les condenó a la guillotina, se presentaron como delatores dos sacerdotes juramentados, que uno de ellos, murió cayéndose por la ventana, a causa de su borrachera, el mismo día que fueron guillotinados. Los sacerdotes se confesaron mutuamente y prepararon a morir a los cinco rebeldes condenados a ser guillotinados con ellos. Hacia medio día, fueron conducidos a la plaza del palacio.
Fueron enterrados en la Croix-Batalle. El 6 de agosto de 1816, sus cuerpos fueron exhumados y depositados con honor en la iglesia de Avesniéres. Fueron beatificados el 19 de junio de 1955 por Pío XII.
Juan Bautista Turpin nació en Laval en 1732, hijo de Julián Turpin y Magdalena Leroy, pertenecientes al alto comercio. Tenía cinco hermanos, de los que dos fueron sacerdotes no juramentados. Una de sus hermanas, madame Piquois, murió durante el Terror cuando la trasladaban de una cárcel a otra. Doctor en Teología por la universidad de Angers, fue ordenado sacerdote obteniendo el beneficio comendatario de prior de Parne. Párroco de la Trinidad en Laval, donde ejerció su ministerio de forma laudable, sobre todo en el campo de la confesión.
En 1790, con la llegada de la revolución, se negó a admitir el cargo de obispo del departamento de Mayenne de nueva creación, así como oficiar una misa en su parroquia por la entronizacion, en aquel lugar, del nuevo obispo. Todos los sacerdotes de su parroquia, excepto uno, se negaron a prestar juramento constitucional. Fue encarcelado en el exconvento de los Cordigeros en 1792, luego fue llevado a la Patience. Cuando el ejercito vandeano lo liberó, volvió a su parroquia, pero no pudo ejercer su ministerio, por su mala salud, pero si pudo salvar del fusilamiento al sacerdote juramentado. Fue detenido de nuevo. Fue guillotinado con sus compañeros y se le condenó a subir el último por haber fanatizado a su clero, cuando subió hacia el patíbulo lo hizo besando en el suelo la sangre de sus compañeros.
Juan Bautista Turpin de Comier fue el primero en ser interrogado:
-¿Has prestado el juramento de soberanía exigido por la ley? -No. ¿Por qué no lo has prestado?
-Porque ataca mi religión y va contra mi conciencia.
-¿Has ejercido tu ministerio desde que te rehusaste a prestar el juramento y has celebrado la misa?
-Sí.
-¿Has aconsejado a tus sacerdotes, en la conversación o en la confesión, a que no lo presten?
-Ciudadano, cuando se nos exigió el juramento, nos reunimos y, después de haber discutido sobre el asunto, nos dimos cuenta de que nuestra conciencia no nos lo permitiría de ninguna manera.
-Pero este juramento no es otra cosa que obedecer la ley. ¿Dónde han tenido esa reunión?
-En la sala del presbiterio, lugar ordinario de las deliberaciones eclesiásticas, con el permiso del ciudadano Enjubault Boessay de la Roche.
-¿Entonces, has sido tú quien ha impedido a los sacerdotes prestar el juramento? ¿Quieres prestar hoy el juramento de libertad e igualdad?
-Ni ahora, ni después; siempre se oponen a la ley de Dios.
Desde su promulgación, el juramento de libertad e igualdad levantó entre los sacerdotes fieles al Papa largas polémicas. Es necesario reconocer que las interpretaciones dadas, le hicieron a veces aceptable, a veces imposible. En Laval, el padre Gallot, a quien se interrogó en segundo lugar, recibió una respuesta que resolvía todas las dudas. El fiscal le preguntó:
-¿Has prestado el juramento de libertad e igualdad?
-Ser fiel a la república, no profesar ninguna religión, ni aun la católica.
Después de haber sido interrogados todos los sacerdotes en forma semejante, y convencido el tribunal de su firmeza en la fe, finalmente el fiscal pidió contra los catorce sacerdotes: "exijo que todos sufran la pena de muerte y que Turpin de Comier, ex párroco de esta comunidad, sea ejecutado el último por haber fanatizado a su clero".
Juan Bautista Triquerie. (1737-1794). Era religioso y sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y muy conocido por su santidad y por su ejemplar vida apostólica; se había distinguido por su celo sacerdotal y por la fiel observancia de la regla de san Francisco. Tentado con halagos y amenazas a renegar de la fe católica, declaró abiertamente: “Soy cristiano, católico, sacerdote e hijo de San Francisco y mantengo mi fe en Cristo hasta la muerte”. Tenía 57 años cuando sufrió el martirio.
Juan María Gallot (1747-1794). Nació en Laval; hijo de René Galot y de Juana Cassot, miembros de una piadosa familia, que ya tenía el hijo mayor sacerdote, Michael y que fue quién bautizó a su hermano Juan María. Recibió la ordenación sacerdotal en 1772, y tenía cargo de vicario en la parroquia de la Trinidad de Laval. Luego pasa a coadjutor en la Parroquia de Bazougers, donde estaría 8 años y donde supliría por dos veces la ausencia de párroco en sendas vacantes, comportándose como un buen sacerdote. En 1787 sucedió como sochantre a su hermano en la Trinidad de Laval. Ejerció, además, la capellanía de las monjas benedictinas. Era alto, grueso y padecía de gota.
En 1791, se negó a prestar juramento constitucional y a acatar al nuevo obispo, al que consideraba cismático, cesó en todos sus cargo, vendió todo lo que poseía y tuvo que vivir de limosnas. En 1792 fue internado en la Patience, donde una visita médica lo calificaba de muy enfermo y por ello no fue deportado. Tenía fuertes cólicos biliares. Durante su juicio, reconoció no haber prestado juramento, que vivía de la Providencia, confesó que era católico y que nunca renegaría de ese hecho. Fue guillotinado.
José Pellé (1720-1794). Nació en Laval, hijo de José Pellé y Bárbara Meslay. De entre sus muchos hermanos tuvo una hermana clarisa. Fue ordenado sacerdote en 1746. Sin cargo especial se quedó en la parroquia de la Trinidad de Laval, hasta 1772 que pasa a ser uno de los dos capellanes del convento de clarisas urbanistas de Laval, donde está su hermana sor Ana Joaquina, que llegó a ser la superiora.
En 1792, tanto el capellán como las religiosas se negaron a prestar juramento constitucional. El quedó destituido de su cargo y las religiosas expulsadas de la comunidad. En 1793, recluido en su casa, un medico certificó su incapacidad para la deportación, sus bienes fueron bendidos y confiscados. Se juntó en la prisión con sus compañeros. Cuando subió hacia el cadalso para ser guillotinado dijo a los que estaban allí: “Ya os hemos enseñado como vivir. Ahora aprended de nosotros cómo morir”.
Renato Luis Ambroise. (1720-1794). Nació en Laval, en el seno de una familia de impresores reales y oriunda de Lorena. Su padre se llamaba Luis Francisco, y su madre Perrine Chevillard. Fue ordenado sacerdote en 1745, como dote para su título de sacerdote recibió como dote el prado de la Butte en Cosse-le-Vivien. Durante tres años ejerció su cargo como vicario de la parroquia de la Trinidad, del que cesó en 1748, pero que siguió ejerciendo el ministerio en la misma iglesia. Entre 1766-1770, parece que estuvo suspendido “a divinis” por su inclinación al jansenismo, que le venía de familia; en 1779 se retractó y le fue levantada la suspensión.
Cuando fue detenido por no prestar juramento constitucional, declaró a los jueces, que le recordaron su pasad: “seré dichoso borrando la falta con mi sangre”. Tenía 72 años cuando fue detenido, y no fue deportado por padecer de hernia. Sus bienes fueron confiscados. Fue guillotinado.
Julián Francisco Morvin de la Gérardière. (1733-1794). Nació en Saint Fraimbault-Prières, departamento de Mayenne. Hijo de Julián Antonio Morin y de Juliana Richard. Luego de hacer los estudios clásicos en Caen, pasó al seminario de de Le Mans, donde recibió la tonsura en 1757. Pasó luego al de Angers para estudiar Teología donde fue ordenado sacerdote en 1763. Ejerció su ministerio en Mayenne hasta 1772. Muerta su madre, se fue con su hermano a Laval, y ejercia en la parroquia de Avenières. Estaba muy enfermo y no podía ejercer como él hubiera querido, de todas formas, edificaba a todos por su generosidad y las muchas limosnas que daba a los pobres.
Se negó a prestar el doble juramento revolucionario, y por su enfermedad no pudo ser recluido en la Patience hasta el final de 1792. Presentó dos certificados médicos, que decían que a penas podía andar, y que debia permanecer en su habitación, sin poder trasladarse, a pesar de todo fue encarcelado. En prisión se le certificó, cauterio en un brazo, una pierna se había quedado más corta y sus rodillas estaban inservibles. Se le incautaron sus pertenencia y fue guillotinado.
Francisco Duchesne. (1736-1794). Nació en Laval. Sus padres fueron Juan Duchesne, comerciante de tejidos y Renata Roziére. En 1761 ya se había ordenado sacerdote. Inicialmente se dedica a la enseñanza, como regente del colegio de Sablé y luego del de Laval. En 1778 pasa al cabildo de San Miguel como semiprebendado, con el oficio de diácono e impartiendo misa en el Hospicio de Incurables. Tenía reputación de santo, pues llevaba una vida de anacoreta, siempre en recogimiento, dedicado al ayuno y a la oración, y dando abundantes limosnas a los pobres.
Estuvo entre los sacerdotes no juramentados, y desde la prisión dirigía a muchas personas espiritualmente. Lo salvó de la deportación el certificado médico que decía que tenía una úlcera en la pierna derecha y un cauterio, una hernia inguinal y muchas convulsiones. Le fueron expoliadas las pocas pertenencias que tenía a pesar de pertenecer a una rica familia. Fue guillotinado.
Jacobo André. (1747-1794). Nació en Origné, en Saint-Pierre-la Cour (luego Saint-Pierre-sur-Orthe). Era hijo de Etienne y de Ana Thebaulto, eran de posición acomodada. Fue ordenado sacerdote en 1768. Durante 15 años fue vicario en Rouez (1767-1783), pasando luego como párroco a Rouesseé-Vasse. Fue nombrado decano rural de Sillé-le-Gallaume por sus distinguidas cualidades de talente e instrucción, además tenía siempre una actitud de servicio hacia todos, especialmente los más pobres. Estaba muy atento a los problemas sociales de su comunidad parroquial.
Se negó a jurar el “Juramento Civil del Clero”, junto con sus vicarios en 1791; esto le obligó a abandonar su parroquia y se fue a Laval. En 1792 fue encarcelado en el convento de los capuchinos y en 1793, ingresó en la Patience. Los medicos diagnosticaron que padecía de gota desde hacia mucho tiempo y ello le hacia que tuviera contrahechas las manos y los pies. Regaló a uno de sus guardianes una valiosa cartera con dinero dentro. Cuando subía al cadalso, Guilbert, sacerdote apóstata le gritó: ”Beberé este vino como si fuera tu sangre”, Pero él respondió: “Yo en cambio pediré por ti”.
Andrés Duliou. (1727-1794). Nació en Saint-Laurente-des-Mortiers. Estudió en el seminario de Angers. En 1752 fue ordenado sacerdote. Fue coadjutor en las parroquias de Luigné, Marigné y Miré, pasando luego como párroco a la de Saint Fort en 1773, en la que se acreditó por su celo apostólico. Fue un hombre sencillo, con una gran piedad, fortaleza de ánimo, rectitud de carácter y pobreza, no quiso aceptar de sus padres nada más que una modesta pensión, que además empleó en obras de caridad. En 1781, murió su vicario, y le fue enviado otro que sería su peor enemigo, y que llegó a ser alcalde del pueblo durante la Revolución.
En 1791, se negó a prestar juramento constitucional y por ello fue expulsado de su parroquia. Fue detenido y llevado a Chateau-Gontier, y de allí a Laval, donde fue internado en la Patience en 1792. En 1793, lo visitó en la cárcel el médico para ver si podía ser trasladado a Burdeos, pero lo descartó porque estaba paralítico y ulceroso. Fue guillotinado.
Luis Gastineau. (1727-1794). Nació en Loiron. Sus padres se llamaban Juan y Juliana Beaumesnil. Ordenado sacerdote en 1754. En 1755 fue vicario de su parroquia natal; luego pasó con el mismo cargo a Saint Berthevin (1756), para volver a Loiron en 1759. Fue capellán del oratorio de Madeleine-du-Plessis-Mil-Cent en la parroquia de Olivet (1764-1782), y del oratorio de Port Brillet en la parroquia de Brulatte (1783-1790). Se le consideraba un santo y brilló por su celo pastoral. Era muy celoso en la instrucción catequética de los niños.
Cuando llegó la revolución estaba ya enfermó y se retiró a Laval a vivir con una hermana. Cuando se promulgó la obligación de prestar juramento a la “Constitución Civil del Clero”, él no estaba obligado pues ya no ejercía ningún cargo eclesiástico oficial. No lo hubiera prestado, pero fue encarcelado, pues su nombre aparecía entre los sacerdotes de Laval que debían ser encarcelados. Fue encerrado en la Patience y luego guillotinado.
Francisco Migoret Lambardière. (1728-1794). Nació en Lassay y era hijo de Andrés Migoret y Marie Coseron. Fue ordenado sacerdote en 1754. Pasó todo su ministerio en dos parroquias, la de Oisseau y Rennes-en-Grenouille. Fue vicario de la primera entre 1754 a 1763. En 1777 pasa como párroco a la segunda. Tuvo que reconstruir el templo, pero no dejó de ocuparse de las obras pastorales, especialmente en la instrucción de los niños, para lo cual hizo que se fuera con él una hermana a la que dio este encargo. Se encargó ademas de la educación de un huérfano, Juan B. Vocler, que con el tiempo sería uno de sus acusadores y pediría su muerte.
En los últimos años de su ministerio se fue quedando paralítico, y seguramente por ello tuvo la debilidad de prestar juramento a la “Constitución Civil del Clero”. Pero debió retractarse, porque fue incluido en la lista de los refractarios. En 1792 dejó su parroquia y fue encarcelado en los Cordígeeros de Laval, de donde fue llevado a la Patience. En 1793 apareció en la lista de los paralíticos, por eso no fue deportado. Se cuenta que sintió profundo dolor cuando vio que su acusador era Vocler. Fue guillotinado.
Julián Moulé. (1716-1794). Nació en Le Mans, y era hijo de Francisco Moulé y de Renata Quaisnon. Ordenado sacerdote, trabajó primero como coadjutor y rector del colegio de jóvenes de Beaufray en su diócesis nativa. En 1795 pasó a la parroquia de Saulges, por resignación en él de su hermano Pedro, hasta entonces cura titular de la misma, resignación que a finales de año fue aceptada por el obispo de Laval. Su hermano y otros miembros de la familia se quedaron a vivir con él. Cumplió largamente con sus deberes de pastor. Consta que en 1778 ya estaba enfermo, por lo que tuvo que necesitar la presencia de vicarios que le ayudaran. Los últimos 10 años los pasó afectado por la gota.
En 1791, él y sus vicarios prestaron un juramento restrictivo, en el que declaraban su obediencia a todo lo que no fuera competencia de la autoridad de la Iglesia católica. Los revolucionarios no aceptaron este juramento como convincente y por ello fueron incluidos entre los no juramentados y fueron llevados a Laval. Un vicario fue deportado a Inglaterra, otro murió en prisión, y él fue guillotinado.
Agustín Manuel Philippot. (1716-1794). Nació en París. Realizó sus estudios en París, alcanzando el título de bachiller en Teología en la Sorbona. Obtuvo el beneficio de la capilla de Santiago en Saint-Calais (Sarthe). En 1743, fue nombrado párroco de Bazouge-des-Alleurs, en la diócesis de Le Mans, donde llegó a ser dueño de algunas tierras. Estuvo en esta parroquia durante 49 años, donde se caracterizó por el fiel cumplimiento de sus deberes como párroco. Se ocupó de la instrucción de los niños, para lo que solicitó la presencia de vicarios, logró una maestra de escuela para las niñas. Fue estimado por sus hermanos del clero y por los fieles, dio abundantes limosnas a los pobres.
Se negó a hacer el juramento constitucional lo que le llevó a ser deportado a Laval. En 1791, hizo un juramento de fidelidad a la Nación y a la Constitución, pero fue negada por los revolucionarios, porque exceptuaba formalmente todos los actos contrarios a la fe. Ingresó en la Patience, y pudo tener criado al que le ordenó asearle el día de su martirio. Fue guillotinado.
Pedro Thomas. (1729-1794). Nació en Mesnil-Rinfray, diócesis de Avranches. Era hijo de Juan Thomas y de Juliana Loysel. Fue ordenado sacerdote en 1760. Durante los primeros meses sirvió en su parroquia natal. En 1773 fue vicario en Peuton, donde estuvo un año, pues al siguiente, y con las debidas licencias, aceptó el cargo de capellán del Hospital de San Julián en Château-Gontier. Se ganó muy pronto aprecio de las religiosas que cuidaban aquella institución. Era un buen confesor. Aunque enfermo, se negó a prestar juramento constitucional en 1792, y fue encerrado en la Patience en Laval. Ante el tribunal respondió con gran presencia de ánimo, pero con laconismo.
Se planteó en el proceso de beatificación, la duda de si había dado este sacerdote pruebas de avanzada senilidad hasta el punto de no estar completamente en su juicio a la hora de su martirio, pero se llegó a la conclusión de que, cualquiera que hubiera sido el estado de su mente en el momento de su juicio estaba plenamente en sus plenas facultades mentales, aceptando la muerte con gran entereza de ánimo.
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