(Estéfana. it.: Stefana Quinzani).
Coronada.
Nacida en Orzinuovi (Brescia) y la familia muy pronto se trasladó en Soncino. La vocación religiosa la había heredado de su padre Lorenzo Quinzani, el cual era Terciario dominico. A los siete años hizo voto de celibato, y tuvo una visión de Cristo que le puso un anillo en el dedo. Muerto su padre en 1472, se marchó a Crema, donde vivió hasta 1500, como criada en varias casas. Cuando era niña, el dominico el beato Mateo Carreri, le predijo una herida del divino amor.
Se hizo Terciaria dominica seglar con 15 años, pero ya antes fue revestida con el hábito por santo Domingo de Guzmán en una celeste visión. Los ángeles le pusieron el cíngulo de santo Tomás de Aquino, quedando, para siempre, confirmada en la perfecta pureza. Durante 40 años, todos los viernes, experimentó la entera Pasión de Cristo y sufrió los estigmas de la pasión. Como santa Catalina de Siena, le fue cambiado, milagrosamente, el corazón. Dotada del don de consejo se convirtió en oráculo de muchas personas, y fue recibia con grandes honores en las varias ciudades que visitó. Un día Cristo se le apareció y le dijo: “Hijita, tu me has dado el don completo de tu voluntad, ¿qué recompensa quieres?”; “No quiero otra merced que Tú mismo”, respondió Estefanía.
Fundó un convento en Soncino (con santa Ángela de Merici) en 1512, pero no llegó a profesar como religiosa. Se dedicó a las prácticas de la misericordia espiritual para la formación y edificación de sus hermanas, sobre todo las más jóvenes. No le faltaron las tribulaciones, las pruebas y las tentaciones. Las aceptó y las superó como escalones necesarios hacia la santidad. Tuvo que dejar el convento diez años antes de su muerte. El beato Mateo Carreri, gran director de almas le predijo que sería su heredera. Murio santamente pronunciando las palabras de Jesús en la cruz: “In manus tuas Domine, commendo spiritum meum!”. Sus reliquias reposan en Soncino. Su culto fue confirmado en 1740 por el papa Benedicto XIV.
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