Martirologio Romano: En Capo Miseno, lugar de Campania, san Sosso, diácono y mártir, el cual, al decir del papa san Símaco, al desear proteger de la muerte a su obispo, consiguió también él mismo el martirio con igual precio y gloria.
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La persecución de Diocleciano llegó a su culmen en Miseno, sede de la flota pretoriana imperial, era un lugar muy peligroso para los cristianos; a pesar de esto, Sosso no limitó su predicación de la Palabra contra los falsos ídolos. Traicionado por los delatores, fue conducido a la cárcel en Pozzuoli y torturado para que apostatase. El mismo san Jenaro, que no ignoraba el peligro al cual se exponía, lo visitó en la cárcel y por ello también fue apresado, junto a santos Desiderio y Festo. Todos fueron condenados a las fieras en el anfiteatro de Pozzuoli, pero una serie de sucesos milagrosos no consintió la condena y fueron conducidos a la cárcel de Solfatara, donde fueron decapitados.
Su cuerpo fue trasladado a Miseno el 23 de septiembre del mismo año, fue fijado como día de su fiesta. La destrucción de Miseno por los sarracenos provocó la emigración de la población hacia el interior, con la sucesiva fundación de Frattamaggiore, aquí los miseneses llevaron el culto del santo, haciéndole patrono de la ciudad. Sus restos se conservan en la parroquia principal de la ciudad.
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