Martirologio Romano: En Albi, de Aquitania (hoy Francia), san Salvio, obispo, que, procedente de la vida claustral, fue promovido a la sede a su pesar y, al declararse una fuerte epidemia, como buen pastor no quiso ausentarse de su ciudad.

Cuando el patricio Momolo pasó por Albi conduciendo a gran número de prisioneros, san Salvio lo siguió hasta rescatar al último de los cautivos. Chilperico, el rey de Soissons que se las daba de teólogo, hizo un tratado muy poco ortodoxo, y san Salvio junto con san Gregorio de Tours discutieron con el monarca y consiguieron devolverle a la ortodoxia. En el año 584, una epidemia causó estragos entre los fieles de su sede, y fue en vano que sus subordinados y amigos le recomendaran cuidados y precauciones, porque el obispo, inflamado por la caridad, infatigable y abnegado, iba por todas partes donde creía que era necesaria su presencia. Visitaba a los enfermos, los consolaba y los exhortaba a prepararse para llegar a la eternidad. No tardó en contagiarse y, al saber que su hora estaba próxima, mandó traer su ataúd, se vistió con ropas humildes y, así, se dispuso a comparecer delante de Dios. Patrón de Albí.
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