24 de septiembre de 2014

Beato JOSÉ MARÍA FERRÁNDIZ HERNÁNDEZ. (1879-1936).


Martirologio Romano: En Rotglà y Corbera, también de Valencia, beato José María Ferrándiz Hernández, presbítero y mártir, que coronó el combate de la fe en la persecución religiosa.

Nació en El Camp de Mirra, Alicante. Estudió en el Seminario de Valencia y fue colegial del Patriarca. Se doctoró en Teología y fue ordenado en 1904. Estuvo en Xaló, Camp de Mirra, Benissivá; en 1912 fue nombrado Cura Arcipreste de Alberique, al frente de cuya Parroquia desarrolló una gran labor social, destacando la fundación de «El comedor de caridad». Luego fue nombrado Cura Arcipreste de Denia, donde era muy querido por sus feligreses, ya que siempre se distinguió por su gran amor a los pobres y clases obreras, que cristalizaba en obras de caridad. En 1931 pasó a regentar la Arciprestal de Santa María de Alcoy. Trabajó mucho en el campo del apostolado seglar en avanzadilla de lo que después promovió el Concilio. 
Al estallar la guerra, expulsado de la casa abadía, se refugió en el Hotel Continental de la ciudad. La labor desplegada en Alcoy, sus virtudes, especialmente su caridad, laboriosidad y prudencia, toda su vida de apóstol, le habían granjeado tanto cariño que nadie creía que pudieran hacerle daño alguno. Pero el día 28 de agosto fue detenido e incomunicado en Alcoy para hacerle firmar unas escrituras de los bienes que creían pertenecían a la iglesia Arciprestal. A los tres días le pusieron en libertad.
En todo momento fue tratado con mucho respeto y consideración, siendo objeto de toda clase de atenciones durante el tiempo que estuvo detenido. El día 24 de septiembre, a las cuatro de la tarde, un miliciano fue a buscarle para que acudiera al comité. En la plaza ya estaba esperándole un coche con otros milicianos. «Suba que se va a Valencia», le dicen. Accede, y al llegar al pueblo de Rotglá le hacen bajar. «¿Quién de vosotros me va a matar?», pregunta el mártir. «Yo», responde uno de ellos. «Pues bien, yo, como soy sacerdote, te bendigo y te perdono.» Siguen unos momentos de silencio; los milicianos suben al coche. «Si no lo matas, te matan a ti», dice otro. Tras unos segundos de vacilación, enfocan los faros, disparan y cae mortalmente herido por un tiro en la nuca. Sus restos, trasladados desde Rotglá, descansan en su pueblo natal.

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