Martirologio Romano: En un sórdida galera que estaba de Rochefort en la costa francesa, beatos Luis Armando José Adam, de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Bartolomé Jarrige de la Morélie de Biars, sacerdotes y mártires, que, condenados durante la persecución contra la Iglesia por ser sacerdotes fueron confinados en una nave, murieron de enfermedad, víctimas de su caridad por sus compañeros de prisión.
Luis nació en Rouen en 1741. Ingresó en los franciscanos conventuales en 1761, hizo la profesión religiosa tras el noviciado y fue ordenado sacerdote concluidos los estudios teológicos. Llegada la Revolución, hubo de dejar su convento y quedarse a vivir en Rouen, donde fue arrestado el 12 de abril de 1793. Interrogado, se negó a prestar los juramentos que se le pedían y manifestó la mayor adhesión a sus votos religiosos. Declaró que llevaba varios años sin poder decir misa y que no pensaba dejar, a menos que se lo quitaran por la fuerza, su hábito religioso. El 6 de marzo de 1794 fue enviado a la deportación, llegando a Rochefort el 12 de abril siguiente. Embarcado en el navío “Les Deux Associés”, se dedicó a la oración, guardando un gran silencio y teniendo una admirable paciencia con todas las miserias que allí se padecían. Fue víctima de su caridad con los compañeros de cautiverio.
Bartolomé nació en Moutier, junto a Saint-Yriex en 1753. Primero fue militar y luego ingresó en la abadía benedictina de Lezat, diócesis de Rieux, donde hizo la profesión religiosa y fue ordenado sacerdote. Luego pasó al clero secular, incardinándose en la diócesis de Limoges. Llegada la Revolución, se quedó a vivir con su familia en Saint-Yrieix, de cuya iglesia colegial era canónigo un hermano suyo. Continuó ejerciendo con celo su ministerio en 1791 y 1792. En 1793 fue arrestado y condenado a la deportación por el tribunal del departamento de Haute-Vienne, siendo declarado refractario a la ley del 14 de agosto de 1792. El 25 de febrero de 1794 se le envió a Rochefort, a donde llega el 12 de abril, y fue embarcado en “Les Deux Associés”. Fue uno de los primeros en morir tras su llegada a Rochefort, dado que su débil constitución no soportó tantas penalidades y murió de inanición, se quedó solamente con los huesos y la piel.
Los dos fueron enterrados en la isla de Aix, y beatificados el 1 de octubre de 1995 por SS. Juan Pablo II.
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