Crecido, viejo, mayor, caudillo, rico.
Una antigua tradición nos lo presenta como carbonero y eremita en Carbonaria, cerca de Pavía. Como san Aldo se encuentra incluido en los Martirologios de la Orden benedictina, se supone que fue monje en Bobbio, el famoso monasterio fundado por san Columbano en el año 614.
Los monjes irlandeses de san Columbano no llevaban una vida eremítica en sentido estricto, pero el ermitaño se alejaba temporalmente de los hombres para dedicarse a la oración y llenar la soledad exterior con la presencia alegre de Dios. Pero no se alejaba de la comunidad a la que edificaba con el ejemplo de su vida devota y con la caridad.
Podemos, pues, pensar que san Aldo fue una magnífica mezcla del espíritu benedictino y del espíritu que llevaron los fervorosos misioneros que llegaban de Irlanda, la "isla bárbara" que se transformó en "isla de santos" por el extraordinario florecimiento del cristianismo.
San Columbano había llevado a Europa un oleaje de nueva espiritualidad. Es decir, se había producido un movimiento inverso al que había llevado la Buena Noticia a Irlanda. Decenas de monjes y ermitaños irlandeses, convertidos en "peregrinos por Cristo", en un maravilloso intercambio evangélico, de evangelizados se convirtieron en evangelizadores.
Solamente conocemos a este santo gracias a los Bolandistas. Anacoreta italiano, probablemente cerca de Pavía, donde se venera, pero se desconoce la época, quizás entorno al año 1.000.
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