13 de enero de 2015

Beata JUTA o IVETA DE HUY. (1158-1228).


(Judith, Yvette, Jutta. fr.: Jutte o Ivette).

Martirologio Romano: Cerca de Huy, en la región de Lieja, en Bélgica, santa Juta o Iveta, la cual, habiendo quedado viuda, se dedicó a curar leprosos, y se recluyó más tarde en una celda cercana a ellos.

Nació en Huy (Bélgica); era hija de un funcionario de la corte episcopal de Lieja. Tenía trece años cuando la prometieron. Fue inútil que rogara que no la diesen en matrimonio, y por obediencia filial tuvo que aceptar. Sin embargo su pensamiento seguía sólo en Dios, y así se encontraba dividida. El marido le cobró cierta aversión, por lo que la vida de Iutta se tornó sin consuelo. Del matrimonio nacieron tres hijos. 
Se quedó viuda a los 18 años y tuvo que vencer la resistencia de sus padres que la querían recasar de nuevo. Educó a sus hijos con la gracia de Dios, y se volcó completamente en la oración, aunque no le faltaron los signos diabólicos y las tentaciones, las que supo vencer en su estado orante. Dios le dio la gracia de escuchar las oraciones que hacía por la conversión de su padre, y este llegó a seguir él mismo una vocación monástica. Cuidó también a los leprosos del lazareto de Huy, curaba a los enfermos y enterraba a los muertos, así durante once años; gracias a ella se construyeron nuevas enfermerías y una iglesia apropiada.
 Por fin se recluyó en una celda en Huy sur Meuse en Lieja (Bélgica); vivió como ermitaña durante 40 años y fue famosa por el discernimiento de espíritus y por sus buenos consejos. Brilló por completo su humildad, y por la cantidad de milagros que se obraban por su oración. Contando unos setenta años, y precedida de algunos signos milagrosos, entregó su alma al Señor el 13 de enero del año 1228, fue inmediatamente reconocida por todos como santa, y su culto se extendió por toda la región.
Se encuentra en los santorales escasísima información acerca de santa Iutta, a pesar de que existe un extenso y bien conservado relato de su vida hecho por un contemporáneo y pariente suyo, Hugo de Florencia, canónigo premonstratense, quien narró la vida de la santa al año siguiente de su muerte. Su culto es litúrgico y local. 

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