Martirologio Romano: Junto a la basílica de San Pedro, en Roma, san Gelasio I, papa, esclarecido por su doctrina y santidad, el cual, para que la autoridad imperial no perjudicara la unidad de la Iglesia, aclaró a fondo las características propias de las dos potestades y su mutua independencia. Movido por su caridad sin medida y las necesidades de los indigentes, murió en la más extrema pobreza.
Originario del norte de África, aunque se consideraba romano. Pertenecía a la cancillería papal y fue secretario de los dos últimos Papas que le precedieron. Fue elegido Pontífice (492-496) como sucesor de san Félix III. Era de carácter enérgico, activo y de espíritu práctico y fue uno de los grandes defensores de las prerrogativas pontificias contra el poder imperial, concretamente contra el emperador Atanasio. Dio un gran impulso a la administración de la Santa Sede y vivió la caída del Imperio romano de Occidente, y supo mantener buenas relaciones con el rey arriano Teodorico para que no interviniese en los asuntos de la Iglesia.
Junto con Dionisio el Exiguo, ordenaron la lista de santos y mártires de la Iglesia, organizando un calendario autorizado. Unificaron todos los decretos de los sínodos orientales y occidentales en traducciones latinas, unificando así las enseñanzas de la Iglesia en un mismo cuerpo doctrinal. Trabajó por salvar el Oriente del cisma de Acacio; desterró los últimos restos de las herejías maniquea y pelagiana; "salvaguardó, de toda degeneración impura y pagana, el esplendor y la alegría de las fiestas; y con sus numerosos escritos, legó al mundo la santidad de su vida"; entre sus escritos destaca el “Decreto Gelasiano” (aunque algunos autores niegan su paternidad), en el que defendió la preeminencia de Roma como fundamento seguro de la fe cristiana y punto céntrico de la unidad de la Iglesia. Todo lo sintetizó así: “Lo que la Sede Apostólica afirma en un sínodo, adquiere valor jurídico; lo que él ha rechazado, no tiene fuerza de ley”.
Sabemos que fue un hombre de oración, austero, amante de trato con los monjes; misericordioso y humilde. Dionisio el Joven, dijo de él: "Murió pobre después de haber enriquecido a los pobres". Le sucedió san Anastasio II. Está enterrado en San Pedro del Vaticano.
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