Martirologio Romano: En Signa, cerca de Florencia, en la Toscana, beata Juana, virgen, que por Cristo llevó vida solitaria.

Durante más de 30 años, desde aquel refugio, fue un faro de misericordia para quienes acudían a ella: sanó enfermos, consoló afligidos, convirtió pecadores, iluminó indecisos, ayudó a los necesitados. Si su fama aún perdura hoy es por las gracias y milagros que siguió derramando aún después de su muerte.
Dejamos a un lado las pintorescas leyendas referidas a su juventud de pastora y a sus más de treinta años de reclusa. Lo más importante es que Juana vivió en una gran pureza de espíritu. Se mantenía con lo que le daban los paisanos, practicó la más rigurosa austeridad, fue ferviente en la oración y asidua en la contemplación. El Señor premió su fidelidad y entrega con dulces coloquios místicos, y manifestó a los demás su santidad con numerosos prodigios y curaciones, tanto físicas como espirituales.
Falleció en su celda a los 63 años, y dicen que las campanas de la Iglesia de Signa tocaron a fiesta, para celebrar la entrada de Juana en la gloria del cielo.
Su cuerpo incorrupto se conserva en una Capilla edificada en el lugar de la sepultura. Dicha capilla pertenece, desde 1907, a Pieve di Signa.
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