Martirologio Romano: En Cracovia, en Polonia, santa Faustina (Elena) Kowalska, virgen de las Hermanas de la Bienaventurada Virgen María de la Misericordia, solícita de anunciar el misterio de la divina misericordia.
Nació en Glogowiec (Polonia), en el seno de una familia campesina. Se llamaba Elena. A los 16 años abandonó la casa familiar para trabajar como criada en casas acomodadas de Aleksandrów, Lódz y Ostrówek, para poder mantener a su familia.
Desde los 7 años tuvo vocación religiosa, pero sus padres se negaron a que entrara en un convento; pero una visión que tuvo de Cristo sufriente fue a Varsovia y allí, en 1925, ingresó en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, donde tomó el nombre de María Faustina. Trabajó en distintas casas de la Congregación, sobre todo en Cracovia, Plock y Vilna cumpliendo con sus deberes de cocinera, jardinera y portera. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por su profunda vida mística.
Cristo le manifestó que se celebrase en día de la Misericordia Divina. Le instó a que se celebrara el primer domingo después de Pascua, con unas gracias muy especiales. Confesando y comulgando, Jesús promete la remisión total de culpa y pena; es decir: indulgencia plenaria. También le manifestó construir una imagen de Jesús con la inscripción: “Jesús en ti confío”. Claro está que el cristiano ha de estar en continua gracia de Dios y por tanto confiar ciegamente en la Misericordia Divina. También le inspiró un movimiento apostólico de la Divina Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección cristiana, expresada en la caridad hacia el prójimo. Escribió un “Diario” sobre el amor misericordioso de Jesús. “Oh Jesús mío -escribió- cada uno de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma con un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra” (Diario 1242).
Los años de su vida en el convento abundaron en gracias extraordinarias, en todos los aspectos de la fenomenología mística. Escribió: “Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen su sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios” (Diario 1107).
Faustina extenuada físicamente por la enfermedad y los sufrimientos que ofreció, como sacrificio voluntario, por los pecadores, plenamente adulta y unida místicamente con Dios murió en Cracovia con apenas 33 años. Sus restos yacen en el Santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Lagiewniki. Fue canonizada por san Juan Pablo II el 30 de abril de 2000.
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