Martirologio Romano: En el lugar de Tepatitlán, en México, san Tranquilino Ubiarco, presbítero y mártir, que en la persecución contra la Iglesia no dejó de cumplir con sus funciones ministeriales, por lo cual fue colgado de un árbol, terminando así su glorioso martirio.
Nació en Ciudad Guzmán en Jalisco (Méjico), en el seno de una familia modesta. En 1909 ingresó en el seminario auxiliar de Ciudad Guzmán, y, cerrado éste, tuvo que proseguir sus estudios recibiendo clases particulares en casa de un sacerdote. Organizó un círculo obrero y tras su fracasado traslado a la diócesis de Sinaloa, por la muerte de su obispo, ingresó en el seminario de Guadalajara, ordenándose sacerdote en 1923.
Primero fue coadjutor de Moyahua, donde hizo una gran labor social promoviendo círculos obreros, cajas de ahorros, semanas sociales, escuelas dominicales… fundó el periódico “Orión” y organizando catequesis por todas las rancherías de la parroquia. Luego se trasladó a Lagos de Moreno, donde repitió su labor anterior. Y comenzada la persecución, fue nombrado vicario con funciones de párroco en Tepatitlán. Fue un infatigable y abnegado ministro en tiempos difíciles de las persecuciones. Ayudó a los campesinos cuanto pudo y organizó para ellos un comedor público donde daba hasta cien comidas diarias. Sabiendo que su parroquia estaba en peligro, no la abandonó.
Deseaba el martirio y les pidió a los niños del catecismo que rezasen por esa intención. Pero no se expuso imprudentemente, sino que procuraba pasar desapercibido y no poner en peligro a las familias que lo acogían. Dormía en una casa en la que iba a bendecir un matrimonio, cuando esa noche fue arrestado. Llevado a la municipalidad lo unieron a otros presos a los que consoló y animó e incluso confesó a algunos y con ellos rezó el rosario. Vino más tarde por él el coronel Lacarra y se lo llevó, rodeado de soldados, a la calzada de acceso a la población de la Alameda de Tepatitlán.
Viendo que lo iban a matar preguntó quién era el encargado de hacerlo. Guardaron todos silencio y añadió: “Todo está dispuesto por Dios: el que es mandado no es culpable”. Y al saber que iba a ser ahorcado, bendijo la soga; fue ahorcado y un soldado se negó a participar en el crimen; el le dijo las palabras de Cristo al buen Ladrón: "hoy estarás conmigo en el Paraíso". Su cadáver fue velado por su hermana Teodora. Una feligresa se llevó el cadáver y lo enterró en su propiedad. Hoy sus restos reposan en su parroquia.
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