Martirologio Romano: Conmemoración de san Felipe, uno de los siete diáconos elegidos por los apóstoles, que convirtió a los samaritanos a la fe en Cristo, bautizó al eunuco de Candace, reina de los etíopes, y evangelizó todas las ciudades por las que pasaba hasta llegar a Cesarea, donde, según la tradición, descansó en el Señor.

La muerte de san Esteban, provocó la diáspora de muchos cristianos, entre ellos Felipe que trabajó en Samaria; “Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces y muchos paralíticos y cojos quedaban curados. Y hubo una gran alegría en aquella ciudad” (At 8, 5-8). Bautizó a Simón el Mago (At 8,13). Su predicación hizo que la comunidad de Jerusalén les enviaran a san Pedro y a san Juan. La semilla había sido arrojada y llegaba ahora la cosecha; con su presencia reconocían de la tarea evangelizadora de Felipe; a esto se añade, que el bautismo comienza a estar vinculado a la confirmación por el Espíritu Santo (At 8,17).
La evangelización de Felipe viene de lo alto y Felipe es su fiel ejecutor y así lo demuestra el episodio ocurrido en el camino de Gaza con el eunuco etíope que era ministro de Candaces, reina de los etíopes, y un judío de la diáspora que iba a Jerusalén de peregrinación; Felipe lo bautizó, y este eunuco a su regreso a Etiopía predicó el Evangelio (At. 6-8).
Felipe estableció su residencia entre Asdod y Cesarea del Mar; allí volvemos a encontrarlo hacia el año 58. Por entonces san Pablo y san Lucas regresaban de su tercer viaje y se encaminaban a Jerusalén y Felipe les hospedó en su casa durante unos días (At 21, 8-10). Sus cuatro hijas (At 21, 9) son honradas como santas. Una tradición bizantina dice que Felipe habría sido obispo de Tralles, en Lidia.
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