Martirologio Romano: En Bolonia, de la Emilia, beato Jacobo de Ulm Griesinger, religioso de la Orden de Predicadores, el cual, aunque analfabeto, era muy buen pintor de vidrieras y daba ejemplo de constante trabajo y oración.
Nació en Ulm (Alemania), en el seno de la respetable familia de los Griesinger. A los veinticinco años partió de su patria a Italia, donde se enroló como soldado en Nápoles; pero, disgustado por las costumbres licenciosas de sus compañeros de filas y al comprobar que su buen ejemplo no les hacía mella, abandonó el ejército y entró a servir como secretario a un abogado de Capua.
Desempeñó su oficio con tanto acierto que, cinco años después cuando decidió partir, el abogado no se lo permitió. Pero Jacobo logró escabullirse y se dirigió a Alemania, aunque no llegó a su país natal, pues en Bolonia volvió a enrolarse en el ejército. Durante su estancia en esa ciudad, acostumbraba a ir con frecuencia al santuario de Santo Domingo y acabó por ingresar en la Orden como hermano lego en el 1441. Su prior, queriendo demostrar la obediencia de Jacobo a un prelado que se hallaba de paso en el convento, le entregó una carta y le dijo que la llevase inmediatamente a París. No obstante que el viaje era largo, difícil y peligroso, el hermano Jacobo tomó la carta como la cosa más natural del mundo y pidió simplemente permiso de pasar por su celda para tomar su sombrero y su bastón.
Los hijos de santo Domingo ocupan un sitio distinguido en la historia del arte. El beato Jacobo, como su hermano en religión Guillermo de Marcillat, fue un maestro consumado en el arte de pintar sobre vidrio. Sus superiores le dedicaron a ese trabajo y el beato solía prepararse a él con la oración asidua. En cierta ocasión, fue arrebatado en éxtasis y se le atribuyeron numerosos milagros, antes y después de su muerte. Dios le llamó a Sí cuando tenía ochenta y cuatro años. Su culto como beato fue confirmado en 1825 por el papa León XII.
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