Martirologio Romano: En la localidad de Trino, en el Monferrato, beata Magdalena Panattieri, virgen, hermana de Penitencia de Santo Domingo.
Nació en Trino-Vercellese (Montferrato). Fue Terciaria dominica tomando como modelo a santa Catalina de Siena. En un principio sus obras de caridad fueron, sobre todo, para los niños, pero su profundidad espiritual, en las catequesis que impartía, hicieron que la pequeña ciudad de Trino se convirtiera en lugar de peregrinación de los sacerdotes y gentes que buscaban un consejo espiritual. Intentó las reformas de las costumbres y como Savonarola, fue profeta de las desgracias que iban a suceder en Italia.
Gracias a los esfuerzos de la beata, los dominicos empezaron, a practicar más estrictamente la observancia. El año de 1490, la beata Sebastián Maggi fue de Milán a Vercellese para ratificar ese movimiento de reforma. Por entonces, los dominicos estaban envueltos en un pleito con uno de los miembros del consejo de Milán. El consejero abusó tanto de su poder, que fue excomulgado por Roma. En la terrible confusión que produjo esa sentencia, un joven abofeteó públicamente a Magdalena, la cual le presentó la otra mejilla, cosa que no hizo sino enfurecer más al agresor. Los habitantes de Vercellese vieron una especie de señal del cielo en el hecho de que el violento joven, que se llamaba Bartolomé Perduto, murió trágicamente un año más tarde, y el consejero de Milán falleció también a consecuencia de una terrible enfermedad. La beata lloró esas muertes sinceramente. Según parece, Magdalena profetizó las calamidades e invasiones que iban a abatirse sobre el norte de Italia en el siglo XVI. Los habitantes de Vercellese, que inexplicablemente no sufrieron daño alguno, atribuyeron a la intercesión de la beata ese favor. Sin embargo, en 1639, la población fue cañoneada por los españoles y los napolitanos, y las reliquias de Magdalena fueron destruidas.
Cuando Magdalena comprendió que se aproximaba el momento de su muerte, mandó llamar a todas las terciarias, a las que se unieron muchas otras personas, y les prometió orar por ellas en el cielo, diciendo: "No podría ser feliz en el cielo, si vosotras no estuviérais ahí." La beata entregó apaciblemente el alma a Dios, en tanto que los presentes entonaban el Salmo 30. El Papa León XII confirmó el culto como beata el 26 de septiembre de 1827.
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