Martirologio Romano: En Roma, san Simón, monje, antes conde de Crespy, en Francia, que, renunciando a la patria, al matrimonio y a todo, eligió la vida monástica y después la eremítica en las montañas del Jura, y reclamado muchas veces como legado de paz para conciliación entre príncipes, murió finalmente en Roma, siendo sepultado en la Urbe, en la basílica de San Pedro.
Conde de Crépy en Valois, descendiente de Carlomagno; fue educado en la corte de Guillermo el Conquistador. Al ver el cadáver descompuesto de su padre abrazó la vida monástica y, con el permiso del rey (ya que éste le quería casar), viajó a Roma. Durante el viaje se paró en la abadía benedictina de Condat donde ingresó.
Lo mismo que a muchos otros monjes pertenecientes a la nobleza, los superiores y los familiares de Simón insistieron para que emplease su influencia en arreglar discordias y restablecer los derechos. San Hugo de Cluny le envió ante el rey de Francia para que recuperase unas tierras que habían sido quitadas al monasterio y, asimismo, intervino activamente para obtener la reconciliación entre Guillermo el Conquistador y sus hijos. Cuando el Papa san Gregorio VII, en conflicto con el emperador, decidió concertar un acuerdo con Roberto Guiscardo y sus normandos que ocupaban parte del territorio de Italia, mandó llamar a san Simón para que le ayudase en las negociaciones. Estas concluyeron felizmente en la ciudad de Aquino, en 1080 y, desde entonces, el Papa conservó a su lado a Simón. Este murió en Roma y recibió los últimos sacramentos de manos del propio san Gregorio.
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