3 de septiembre de 2014

San GREGORIO I "Magno". (c.540 - 604). Papa (590-604). Doctor de la Iglesia.


Martirologio Romano: Memoria de san Gregorio Magno, Gregorio el Grande o Gregorio I, papa y doctor de la Iglesia, que siendo monje ejerció ya de legado pontificio en Constantinopla y después, en tal día, fue elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales y, como siervo de los siervos, atendió a los cuidados espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, ayudando sobre manera a los necesitados, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe por doquier, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y pastorales.


Nació en Roma, en el seno de la familia senatorial de los Anicios (su padre, Giordano, era senador y administrador de una de las siete regiones de Roma, su madre fue santa Silvia). Fue nombrado prefecto de la ciudad (573-578); pero desengañado de la gloria humana, y a la muerte de su padre, distribuyó como dotación a los monasterios, su rico patrimonio y abrazó la vida monástica: se hizo (se piensa que benedictino) y construyó un monasterio, el de San Andrés, en la casa familiar del monte Celio, del que el primer abad fue Hilarión, el segundo, Valentino, bajo quién el mismo Gregorio tomó el hábito en el 575. Sus tías santas Tarsila y Emiliana, hicieron vida monástica en el mismo lugar. También fundó otros seis monasterios en sus posesiones de Sicilia, y en ninguno de ellos quiso ser abad.
En el 579 el papa Pelagio II lo ordenó diácono y lo envió, como legado personal, a Constantinopla, ante el emperador Tiberio II. Permaneció monje entre la corte,  y pudo dedicarse a las conferencias espirituales (fueron el núcleo de su gran tratado “Moralia”); y tuvo la alegría de llevar la razón en la controversia con el patriarca Eutiquio sobre la condición de los cuerpos resucitados, y de conocer a san Leandro de Sevilla (a quien dedicó los “Moralia in Job”). Sustituido en el 586 en su misión, que no tuvo los resultados esperados, pudo volver a Roma, donde fue nombrado abad del monasterio de San Andrés, e instauró en el mismo, un régimen de santidad de vida que lo condujo más tarde, tras el encuentro casual en el mercado de Roma con tres esclavos anglosajones, a tomar la iniciativa de la evangelización de aquel pueblo, cosa que le impidió -según una leyenda infundada- el papa Pelagio, que le nombró secretario personal cuando se disponía a emprender el viaje a tierras sajonas, y en este cargo tuvo gran importancia su presencia en la cuestión de los Tres Capítulos.  
Gregorio fue nombrado obispo de Roma cuando Pelagio murió después de las epidemias de peste del año 590. Será el primer Pontífice proveniente de una comunidad monástica; cuando le eligieron su primera reacción fue sobornar a unos mercaderes para que le ayudasen a huir de Roma. Se intituló "siervo de los siervos de Dios". Nada más subir a la sede pontificia, organizó las procesiones penitenciales de la llamada "Letanía septiforme" de las siete iglesias de la ciudad, para pedir el fin de la peste. En su pontificado se caracterizó por una gran actividad (se le llamó "el último romano"): hizo un tratado con los ostrogodos que habían invadido Italia; mandó a san Agustín de Canterbury a evangelizar Inglaterra; alentó a Recaredo a luchar contra el arrianismo; organizó el "Patrimonium Petri"; reformó la liturgia, enriqueciéndola con cantos; extendió la regla benedictina entre los nuevos pueblos de Europa occidental, animó la conversión de los visigodos; ayudó a los pobres de Roma, Rávena y Sicilia y sobre todo asentó la primacía de la sede romana contra las pretensiones de Constantinopla. Fue testigo de la conversión de los longobardos del norte de Italia a la fe romana, tras el matrimonio de su rey Agilulfo con la princesa cristiana Teodelinda de Baviera. 
Fue además un escritor prolífico: sus “Diálogos” y su “Liber regulae pastoralis” son clásicos de la literatura ascética. Su máxima era "el gobierno de las almas es el arte de las artes". El magisterio pastoral de Gregorio llegó "a conocer el corazón de Dios a través de las palabras de Dios"; y se expresó en aquella célebre frase: "La palabra de Dios crece junto con el que la lee". Asimismo lo testimonian estas palabras suyas: "Sé por experiencia que la mayoría de las veces, estando con mis hermanos, he comprendido muchas cosas de la palabra de Dios que yo solo no había logrado entender. Sois vosotros los que me ayudáis a entender lo que enseño. Es la verdad: con mucha frecuencia yo os digo lo que he oído".
Este infatigable jefe de la Iglesia, que gobernó durante trece años (los dos últimos desde la camilla en la que se veía obligado a yacer por culpa de una dolorosa enfermedad), murió mereciendo el título de “grande” (Magno), que le atribuyó Bonifacio VIII. Se le considera como el fundador del poder temporal del Papado. Está enterrado en San Pedro del Vaticano. MEMORIA OBLIGATORIA.  

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