Martirologio Romano: En Riez, de la Provenza, en la Galia, san Fausto, obispo y antes abad de Lérins, que, contra los arrianos, escribió sobre el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo consubstancial al Padre y al Hijo y coeterno con ellos, siendo exiliado por el rey Eurico.

Obispo de Riez (Provenza, Bassos-Alpes) en el 452, después de haber gobernado a los monjes de Lérins durante veinticinco años. Fausto fue un obispo tan bueno y eficaz, como antes había sido abad. Se esforzó por fundar nuevos monasterios en toda la extensión de su diócesis; mantuvo siempre las prácticas de mortificaciones y penitencias que acostumbraba en el claustro, sin dejar por ello de cumplir escrupulosamente todos sus deberes episcopales y sin cesar en su lucha por conservar la pureza de la fe, por lo que siempre se opuso vigorosamente al arrianismo y a los errores de Pelagio, a quien llamaba "el pestilente maestro."
Cierto sacerdote llamado Lúcido predicaba la doctrina herética que negaba a Dios la voluntad de salvar a todos los hombres y afirmaba que la salvación o la condenación dependen exclusivamente del juicio de Dios, sin que cuenten para nada las acciones del libre albedrío del hombre y sus méritos o perjuicios consecuentes. Para tratar de las herejías del sacerdote Lucido, el obispo convocó en 475, a dos sínodos en Arles, y en el curso de los mismos el propio Fausto convenció a Lúcido para que se retractase de sus errores y le indujo a que escribiese un tratado contra sus enseñanzas para demostrar que eran "erróneas, blasfemas, heréticas, fatalistas y conducentes a la inmoralidad."
Opuesto a los arrianos y al macedonianismo, fue desterrado por el rey visidogo Eurico; en el exilio pasó ocho años. Autor de “Tratado de Gracia” y “De Spiritu Santo”.
Se decía de él "que se había casado con la Filosofía y que la había convertido". Si bien defendió con encono la divinidad del Espíritu Santo, también es verdad que estuvo en contra de las tesis agustinianas con respecto a la gracia, acercándose a las tesis semipelagianas de san Juan Casiano; pero ya había muerto cuando, en el 529, la Iglesia condenó el pelagianismo, y él ya estaba gozando de la veneración popular. Fue uno de los obispos más influyentes de su tiempo.
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