Martirologio Romano: En Ravena, en la Romaniola, beato Reinaldo de Concorezzo, obispo, ilustre por su celo, prudencia y caridad.
Nació en Concorezzo, cerca de Milán. Enseñó Derecho en Bolonia y Lodi. Fue canónigo de Laon en Francia. En Roma entró al servicio del cardenal Peregrosso, canciller de la Curia Romana, hasta el 1295, que murió el cardenal. Ingresó entonces al servicio del cardenal Gaetania, sobrino de Bonifacio VIII, hasta que éste murió. El Papa lo hizo uno de sus capellanes, mostrándose generosos con él otorgándole numerosos beneficios.
Todavía joven fue consagrado obispo de Vicenza en 1296, aunque se oponía el cabildo vicentino; el papa Bonifacio lo mandó promulgar su laudo entre Francia e Inglaterra a propósito de La Guyena (1298). Declarado su vicario por Carlos de Valois en la Romaña, al intentar poner la paz en un tumulto en Forlí fue herido gravísimamente, teniendo lugar al poco tiempo el asalto a Anagni y la muerte de Bonifacio VIII (1303).
El beato Benedicto XI lo nombró arzobispo de Rávena (1303). En la nueva diócesis convocó varios sínodos, gracias a los cuales, con celo y caridad pudo promover la disciplina entre el clero y la pureza de la fe. Personalmente vivió con gran austeridad, lo que le acreditaba a la hora de corregir los abusos. Fue muy amante de los pobres, a los que dedicaba gran parte de sus rentas.
En 1308 y por encargo de del papa Clemente V presidió el juicio de los templarios italianos. Se negó a obtener confesiones mediante la tortura a pesar de las requisitorias del Papa, y en el concilio en Rávena (1310), apoyó con justicia y moderación a los Templarios, aunque no pudo evitar su supresión por parte de los reyes de Francia y de las presiones del propio papa Clemente V en el Concilio Ecuménico de Vienne (1311-1312), que disolvió la Orden como medida disciplinar, no por sentencia judicial. Sintiéndose anciano y enfermo, se retiró al castillo de Argenta, donde gobernó su diócesis mediante vicarios, murió en Argenta. El culto oficial fue concedido a la diócesis de Ravena y a las otras ciudades por el papa Pío IX el 15 de enero de 1852.
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