Proceso: Que avanza.
Martiniano: El guerrero por excelencia.
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Dámaso, en el segundo miliario de la vía Aurelia, santos Proceso y Martiniano, mártires.
Según una tradición eran dos soldados que custodiaban a santos Pedro y Pablo cuando estuvieron presos en la cárcel Mamertina; los milagros que presenciaron les movieron a la conversión. Así se lo declararon a los apóstoles, manifestándoles su deseo, y suplicándoles que los bautizasen. San Pedro los acogió gozosamente y confirmó sus propósitos. Según la tradición, como no hubiese allí agua para bautizarlos, hizo la señal de la cruz en la roca que servía de cimiento de la cárcel y al momento brotó una fuente que perdura hasta hoy. Con ellos se convirtieron otros 47 presos y soldados, atraídos por su ejemplo y decisión.
El juez Paulino, al ver que se habían hecho cristianos, los hizo detener. Con muchas promesas y halagos intento persuadirles que no cometieran aquella locura, pero no consiguió nada; al ver que no podía con ellos, mandó torturarles cruelmente. Los santos respondían con cánticos. Mientras los mártires resistían impávidos, su verdugo Paulino murió. Enfurecido su hijo Pomponio, y achacándolo a hechizos y magia de los mártires, dio parte a Nerón, y el emperador encargó a Cesáreo, prefecto de la ciudad, que los ejecutase. Fueron decapitados en la vía Aurelia.
Su tumba fue muy venerada y el papa Gregorio Magno dijo en una homilía en su honor: "A los cuerpos de estos Santos vienen los enfermos, y vuelven sanos. Vienen los que han jurado en falso, y son afligidos del demonio. Vienen los endemoniados, y quedan libres. ¿Cómo pensamos que viven estos Santos allá donde de veras viven, pues aquí hacen tantos milagros?". Desde 1969 su culto universal se ha limitado a los calendarios locales.
Según una tradición eran dos soldados que custodiaban a santos Pedro y Pablo cuando estuvieron presos en la cárcel Mamertina; los milagros que presenciaron les movieron a la conversión. Así se lo declararon a los apóstoles, manifestándoles su deseo, y suplicándoles que los bautizasen. San Pedro los acogió gozosamente y confirmó sus propósitos. Según la tradición, como no hubiese allí agua para bautizarlos, hizo la señal de la cruz en la roca que servía de cimiento de la cárcel y al momento brotó una fuente que perdura hasta hoy. Con ellos se convirtieron otros 47 presos y soldados, atraídos por su ejemplo y decisión.
El juez Paulino, al ver que se habían hecho cristianos, los hizo detener. Con muchas promesas y halagos intento persuadirles que no cometieran aquella locura, pero no consiguió nada; al ver que no podía con ellos, mandó torturarles cruelmente. Los santos respondían con cánticos. Mientras los mártires resistían impávidos, su verdugo Paulino murió. Enfurecido su hijo Pomponio, y achacándolo a hechizos y magia de los mártires, dio parte a Nerón, y el emperador encargó a Cesáreo, prefecto de la ciudad, que los ejecutase. Fueron decapitados en la vía Aurelia.
Su tumba fue muy venerada y el papa Gregorio Magno dijo en una homilía en su honor: "A los cuerpos de estos Santos vienen los enfermos, y vuelven sanos. Vienen los que han jurado en falso, y son afligidos del demonio. Vienen los endemoniados, y quedan libres. ¿Cómo pensamos que viven estos Santos allá donde de veras viven, pues aquí hacen tantos milagros?". Desde 1969 su culto universal se ha limitado a los calendarios locales.
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