Martirologio Romano: En la Tebaida, santa Eufrasia, virgen, que, siendo de familia senatorial, optó por hacer vida eremítica en el desierto, en humildad, pobreza y obediencia.
Natural de Constantinopla, estaba emparentada con la familia imperial de Teodosio. Sus padres, Antígono y Eufrasia, educaron a su hija en la virtud. Cuando tenía cinco años murió su padre. El emperador la tomó bajo su tutela. Era tan agraciada que tuvo muchos pretendientes. El monarca firmó por ella un compromiso matrimonial para cuando fuera mayor. También su madre, viuda de 22 años, tan admirada por su virtud como por su belleza tuvo sus pretendientes. Pero la madre, que ya había hecho voto de castidad, marchó a Egipto con su hija, buscando un retiro para dedicarse a Dios el resto de su vida. Encontraron un convento de religiosas de perpetua clausura, donde vivieron, la madre había ofrecido a la abadesa una importante donación, que negó, pues la pobreza era uno de sus signos de distinción. Eufrasia escribió al emperador anulando su compromiso de matrimonio.
A los pocos años murió la madre. Eufrasia se dedicó a la oración y, sobre todo, a la penitencia en la obediencia y la humildad. Se cuenta que la abadesa le mandó trasladar unas enormes piedras y, ella obedeció humildemente y las trasladó sin dificultad. Al día siguiente le mandó volverlas al lugar primero. Y así durante un mes, sin mostrar el menor signo de impaciencia. Para probar más su virtud, fue acosada por la envidia y los celos de alguna religiosa, sobre todo por una que se llamaba Germania, que la trató de hipócrita y ambiciosa. La respuesta de Eufrasia fue arrojarse a sus pies y, con la mayor humildad, le pidió perdón, a la vez que le suplicaba por amor a Dios que rogase por ella. Murió a los 30 años de calentura. Las “Actas Santorum” contienen una antigua biografía de esta santa, que está llena de tentaciones de todo signo que entran en la fantasía y la leyenda.
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