Floreciente. El defensor, el enemigo de los burros.
Martirologio Romano: En Piacenza, de la región de Emilia, tránsito de san Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, fundador de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, que se distinguió por su atención hacia los pobres, por la salvación de las almas y, con su ejemplo y dedicación, impulsó la santidad entre el clero.
Nació en Cerreto (Chiavari-Liguria), en el seno de una familia de agricultores; su padre se llamaba Gianelli Tosso. Desde muy joven sintió vocación sacerdotal, y fue ayudado para realizarla por una rica dama genovesa que le pagó los estudios en el seminario de Génova. Esta señora era Nicolasa Asseretto de Rebisso, que era dueña de la mayor parte de las tierras que cultivaban la familia de Antonio María.
Cuando todavía era archidiácono se le encargó la misión de predicar. Sus superiores solicitaron la dispensa para que pudiera ordenarse antes de la edad establecida en 1812. Todo lo que hizo lo confió a María. Su primer destino fue el de coadjutor de la abadía de San Mateo donde ya ejerció su carisma de predicador con general aplauso. Animado por este deseo misionero se inscribió en la Congregación de los Misioneros Suburbanos, comenzando a tomar parte en varias tandas de ejercicios espirituales y en misiones en pueblos de la ribera. Dos años después fue enviado como profesor de literatura en el colegio de los escolapios. Fue maestro de retórica en el seminario de Génova, prefecto y director de estudios durante diez años. Al tiempo que desempeñaba sus deberes docentes se ocupaba en la predicación y en obras de caridad, como la ayuda que prestó a los genoveses durante la carestía de 1816.
En 1826 fue nombrado arcipreste del pueblo de Chiavari, donde estuvo 12 años. Y allí fundó un seminario local que acogió numerosas vocaciones, y para fomento de las misiones populares y de los ejercicios espirituales al clero fundó una sociedad sacerdotal bajo el patrocinio de san Alfonso María de Ligorio (Los Ligorianos, que se disolvió en 1856), y en 1829 fundo otra femenina llamada Hijas de María Santísima del Huerto (o Gianelinas), dedicadas a la asistencia de los hospicios, hospitales, cárceles, manicomios y a la educación de la juventud femenina. Su carisma se basa en estas palabras del santo fundador; "Hacerse todo a todos, en espíritu de caridad perfecta, sacrificarse para todos, evangelizar e instruir, ganar a todos para su Dios". Fue un párroco lleno de celo, conocedor de su feligresía, en la que fomentó la frecuencia de los sacramentos y la devoción a María. Previendo los tiempos, fue precursor de la Acción Católica, logró despertar en los laicos una llama de fuego apostólico y un movimiento religioso colectivo. Reformó las benedictinas de Varese.
Los últimos años de su vida los pasó como obispo de Bobbio (1838-1846), a propuesta del rey de Cerdeña. Su diócesis, suprimida y vuelta a restaurar y vacante una temporada, estaba muy necesitada de un alma apostólica que insuflase nuevo espíritu en la comunidad cristiana. Quiso ante todo, con la ayuda de sus ligorianos, reanimar el espíritu religioso mediante las misiones populares. Llamó al clero a ejercicios espirituales donde se replanteó todo el deber de los sacerdotes, que a muchos animó decididamente a un ministerio más intenso y pelear, y tuvo que apartar de su ministerio sacerdotal a algunos recalcitrantes e indignos. Como ayudantes de su obra apostólica creó la Asociación de Oblatos de San Alfonso, que hoy tampoco existen. Hizo renacer el seminario y reflorecer el culto a san Columbano. Difundió los escritos del venerable Frassinetti, que había sido alumno suyo y que cooperó con él en la difusión de la moral y de la ascética de san Alfonso María. Celebró un sínodo diocesano, revelándose como hombre de gobierno, que se opuso a las primeras invasiones laicistas en el terreno de la Iglesia. De su ardiente amor a María Inmaculada, nació el deseo de que en las letanías lauretanas se incluyera la advocación: Reina sin pecado concebida...; que en el prefacio de la misa se mencionara a María Inmaculada y además pidió que en breve se definiera el dogma de la Inmaculada. Murió en Piacenza, buscando una cura de reposo para mejorar su salud. Fue canonizado el 21 de octubre de 1951 por SS Pío XII.
Nació en Cerreto (Chiavari-Liguria), en el seno de una familia de agricultores; su padre se llamaba Gianelli Tosso. Desde muy joven sintió vocación sacerdotal, y fue ayudado para realizarla por una rica dama genovesa que le pagó los estudios en el seminario de Génova. Esta señora era Nicolasa Asseretto de Rebisso, que era dueña de la mayor parte de las tierras que cultivaban la familia de Antonio María.
Cuando todavía era archidiácono se le encargó la misión de predicar. Sus superiores solicitaron la dispensa para que pudiera ordenarse antes de la edad establecida en 1812. Todo lo que hizo lo confió a María. Su primer destino fue el de coadjutor de la abadía de San Mateo donde ya ejerció su carisma de predicador con general aplauso. Animado por este deseo misionero se inscribió en la Congregación de los Misioneros Suburbanos, comenzando a tomar parte en varias tandas de ejercicios espirituales y en misiones en pueblos de la ribera. Dos años después fue enviado como profesor de literatura en el colegio de los escolapios. Fue maestro de retórica en el seminario de Génova, prefecto y director de estudios durante diez años. Al tiempo que desempeñaba sus deberes docentes se ocupaba en la predicación y en obras de caridad, como la ayuda que prestó a los genoveses durante la carestía de 1816.
En 1826 fue nombrado arcipreste del pueblo de Chiavari, donde estuvo 12 años. Y allí fundó un seminario local que acogió numerosas vocaciones, y para fomento de las misiones populares y de los ejercicios espirituales al clero fundó una sociedad sacerdotal bajo el patrocinio de san Alfonso María de Ligorio (Los Ligorianos, que se disolvió en 1856), y en 1829 fundo otra femenina llamada Hijas de María Santísima del Huerto (o Gianelinas), dedicadas a la asistencia de los hospicios, hospitales, cárceles, manicomios y a la educación de la juventud femenina. Su carisma se basa en estas palabras del santo fundador; "Hacerse todo a todos, en espíritu de caridad perfecta, sacrificarse para todos, evangelizar e instruir, ganar a todos para su Dios". Fue un párroco lleno de celo, conocedor de su feligresía, en la que fomentó la frecuencia de los sacramentos y la devoción a María. Previendo los tiempos, fue precursor de la Acción Católica, logró despertar en los laicos una llama de fuego apostólico y un movimiento religioso colectivo. Reformó las benedictinas de Varese.
Los últimos años de su vida los pasó como obispo de Bobbio (1838-1846), a propuesta del rey de Cerdeña. Su diócesis, suprimida y vuelta a restaurar y vacante una temporada, estaba muy necesitada de un alma apostólica que insuflase nuevo espíritu en la comunidad cristiana. Quiso ante todo, con la ayuda de sus ligorianos, reanimar el espíritu religioso mediante las misiones populares. Llamó al clero a ejercicios espirituales donde se replanteó todo el deber de los sacerdotes, que a muchos animó decididamente a un ministerio más intenso y pelear, y tuvo que apartar de su ministerio sacerdotal a algunos recalcitrantes e indignos. Como ayudantes de su obra apostólica creó la Asociación de Oblatos de San Alfonso, que hoy tampoco existen. Hizo renacer el seminario y reflorecer el culto a san Columbano. Difundió los escritos del venerable Frassinetti, que había sido alumno suyo y que cooperó con él en la difusión de la moral y de la ascética de san Alfonso María. Celebró un sínodo diocesano, revelándose como hombre de gobierno, que se opuso a las primeras invasiones laicistas en el terreno de la Iglesia. De su ardiente amor a María Inmaculada, nació el deseo de que en las letanías lauretanas se incluyera la advocación: Reina sin pecado concebida...; que en el prefacio de la misa se mencionara a María Inmaculada y además pidió que en breve se definiera el dogma de la Inmaculada. Murió en Piacenza, buscando una cura de reposo para mejorar su salud. Fue canonizado el 21 de octubre de 1951 por SS Pío XII.
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