12 de junio de 2015

Beato LORENZO MARÍA SALVI. (1782 - 1856).

(Lorenzo María de San Francisco Javier, Lorenzo Marzás Salvi).
Laurel. Laureado.  

Martirologio Romano: En Capránica cerca de Viterbo, beato Lorenzo María de San Francisco Javier Salvi, sacerdote de la Congregación de la Pasión, que difundió la devoción al Niño Jesús

Nació en Roma, en el palacio Carpegna, en el seno de una familia de la nobleza romana. Estudió en el Colegio Romano de los jesuitas, donde encuentra como compañero de escuela a san Gaspar del Búfalo y se convierte en discípulo del camaldulense don Mauro Cappellari, que será Papa con el nombre de Gregorio XVI. 
A 19 años se convierte en religioso y elige a los Pasionistas, que ha conocido por la fuerte personalidad y oratoria del beato Vicente Maria Strambi y después de oír una frase: "todo pasa, sólo Dios es eterno". El padre intenta retenerlo, para ello le pide esperar todavía un año más mientras le dice: "Por un año no me hables ni de curas, ni de frailes". Lorenzo obedece, pero terminado el año, se presenta puntualmente al padre y le pide: "He obedecido, pero ahora debes mantener tu promesa". El Sr. Antonio no puede incumplir los pactos. Transcurre el año de noviciado en el monte Argentaro y emite la profesión religiosa el 20 de noviembre de 1802. Es ordenado sacerdote en Roma el 29 de diciembre de 1805. 
Vivió los tiempos difíciles de la supresión de las ordenes religiosas, y por ello, se trasladó a Pievetorina (1811) para poder vivir en comunidad. En 1814, regresó a Roma, y trabajó como misionero popular en Toscana, Abruzos, las Marcas, y el Alto Lacio. A raíz de una sus misiones en Vignanello, 17 jóvenes solicitaron ingresar en los pasionistas. Es elegido como consejero provincial y como superior de varias comunidades, comprendida la casa general de los Santos Juan y Pablo en Roma, dónde tiene como vicario al beato Domingo de la Madre de Dios. Lorenzo es un hombre activo y contemplativo y también un óptimo organista. Tiene los dones de la profecía y el éxtasis durante la oración. Realiza muchos hechos prodigiosos. 
Es un misionero incansable y óptimo director espiritual. Muchos lo piden como guía espiritual debido a su gran piedad, su celo incansable y su prudencia. Son al menos 260 los cursos de misiones y ejercicios espirituales conducidos por él. Agradable y siempre buscado, prédica a toda clase de personas, desde las monjas de clausura hasta los presos con frutos abundantes. Su palabra es eficaz porque está acompañada del ejemplo de una vida santa. 
Pero su característica principal es su tierna devoción al niño Jesús que en Pievetorina en el año de 1812 se le apareció y lo curó de una grave enfermedad. Desde aquel momento el misterio de Belén es "el más dulce y el más suave de los misterios", este misterio se convierte en el alma de su vida ascética y mística, de su apostolado y de sus escritos. A los cuatro votos pasionistas, añadió un quinto, el de propagar la devoción al Niño Dios. Escribió: El alma enamorada del Niño Jesús. Con la imagen del niño Jesús, que él llama cariñosamente "mi dulce pequeño emperador", realiza no poco milagros. Lo bautizan "el misionero del niño Jesús". Belén, en su decir, "es 1a primera escuela pública de todas las virtudes". Lorenzo, hombre activo y concreto, vive y enseña la bienaventuranza de los "pequeños" a los cuales Dios se complace en revelar "los misterios del reino de los cielos". La pequeña vía de la infancia "espiritual", que será después recorrida y difundida por santa Teresa de Lisieux, es la respuesta de Lorenzo a los desafíos culturales y sociales de su tiempo, a los que propone otras categorías y otros parámetros. 
No sin emoción todavía hoy podemos admirar algunos "Niños Jesús" de cera construidos por él y un libro para enseñar a construirlos escrito por él mismo. También funda la asociación llamada la "Escuadra de la Sagrada Cuna" para quienes publica un reglamento. Nacido cuando la Ilustración había ya ofuscado muchas mentes, Lorenzo habla de un Dios que por amor se viste de humanidad y que, convertido en niño, invita a todos a caminar con sencillez de corazón. 
En el 1856, a pesar de no sentirse con fuerzas, obedece a la invitación de los superiores de ir a Capranica para visitar algunos enfermos que desean su bendición. Va, pero advierte que no estará allí más que tres días. Llega el 9 de junio de 1856; acoge a los que lo visitan, confiesa a los penitentes, bendice a los enfermos, conforta a los dolientes. El 12 de junio muere por un ictus. "Hemos perdido nuestro santo", dice la gente conmovida mientras acaparan sus reliquias. Antes de que Lorenzo sea reconducido al convento, quieren que su cuerpo sea llevado en procesión por todo el pueblo; con trabajos los guardias logran defenderlo de la excesiva devoción. Y enterrado en el convento de San Ángel de Vetralla. Fue beatificado por Juan Pablo II el 1 de octubre de 1989.

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