5 de junio de 2015

Beato FERNANDO DE PORTUGAL. (1402 - 1443).

(por.: Fernando o Infante Santo).
Bravo en la paz. Aventurado. Inteligente.

Nació en Santarem, Portugal. Hijo de Juan I de Avis, rey de Portugal y de Felipa de Lancaster. Su inclinación a la vida religiosa le llevó a ser el Gran Maestre de la Orden militar de Avis en 1434.
Rehusó al capelo cardenalicio que le ofreció el papa Eugenio IV. 
En 1437, durante el reinado de su hermano Eduardo I, Fernando y su otro hermano Enrique el Navegante, persuadieron a Eduardo para que lanzara un ataque en Marruecos para conseguir una base mejor con vistas a las futuras expediciones africanas. La expedición no contó con un apoyo unánime ya que algunos nobles se mostraron en contra. El ataque a Tánger fue un éxito pero costó un gran número de bajas entre los soldados portugueses. Fernando, fue hecho prisionero y murió en la prisión de Fez.
Parte en 1434, con su hermano Enrique el Navegante a una expedición contra Marruecos, entonces en manos de una dinastía de piratas. ¿Acaso sería una premonición sobre la situación actual? Nada nuevo hay bajo el sol. Lo cierto es que la expedición fue un fracaso y la armada lusitana hubo de rendirse y dejar a Fernando como garantía del pago de enormes cantidades de dinero, con la promesa del retorno de la plaza de Ceuta a los moros, pero las cortes portuguesas se negaron. 
Las Cortes de Portugal, después de nueve años de negociaciones, dejaron morir de disentería y en manos del enemigo a su príncipe. Fernando vivió como esclavo, encadenado y obligado a los más sucios trabajos. Soportó su desdicha con dignidad y puso su esperanza en Dios con enorme entereza, sin renunciar a la fe ni a unos compatriotas tan olvidadizos de su terrible suerte. Las fuentes históricas musulmanas hablan de su vida edificante y de la veneración que suscitaba en los más piadosos habitantes de Fez; no se lamentó nunca en estos años de prisión, y mantuvo siempre una gran mansedumbre y humildad, mostrándose siempre una gran confianza en la Providencia. Fernando optó por la pobreza, castidad y obediencia, en radical fidelidad a su propia conciencia. Su cadáver descuartizado se pudrió colgado en las torres de las murallas. Es el "Principe Constante" del drama de Calderón. 

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