(Lucrecia Helena Ceboli).
Que tiene flores, floreciente.
Martirologio Romano: En Città di Castello, en la Umbría, beata Flórida Cevoli, virgen, de la Orden de las Clarisas, la cual, aunque afectada por diversas enfermedades, cumplió con solicitud todos las funciones que se le encomendaron.
Florida Cevoli, en el siglo Lucrecia Elena, hija del conde Curzio Cevoli y de la condesa Laura della Seta, nació en Pisa (Italia). Educada en la fe en el seno de su familia, afinó su espíritu bajo la guía de las clarisas del monasterio de San Martín, de Pisa, adonde la llevaron a los 13 años y donde vivió como educanda durante cinco años. Aquel clima de silencio que se respiraba allí suscitó en ella un gran deseo de la vida religiosa.
A los 18 años ingresó en el monasterio de las Clarisas capuchinas de Città di Castello (Perugia), en 1703; tomó el nombre de Florida. Guiada por los consejos y sobre todo por los ejemplos de santa Verónica Giuliani, maestra de las novicias, sor Florida demostró un espíritu de oración excepcional y un gran deseo de progresar en el camino de la contemplación. Se insertó en la vida comunitaria con espíritu atento y humilde, prodigándose en los trabajos más modestos. Hizo la profesión religiosa en 1704.
Desempeñó varios oficios: cocinera, despensera, panadera, responsable de la farmacia, maestra de novicias, vicaria y abadesa. En 1716 santa Verónica fue nombrada abadesa del monasterio y sor Florida, vicaria; estaban tan compenetradas, que toda la comunidad recibió un gran impulso hacia el ideal de la íntima unión con Cristo: era la confidente de la santa y además le ayudaba como secretaria. En 1727, al morir sor Verónica, fue llamada a ocupar su puesto, y hasta su muerte, ejerció el oficio de abadesa, reelegida en trienios consecutivos, con algunos intervalos.
Como su maestra, fue una gran reformadora: se distinguió por una vida de pobreza y austeridad, propia de la reforma de las capuchinas. Los sufrimientos de Cristo en su pasión y la presencia eucarística constituían el objeto primario de su contemplación y de su amor; tenía una devoción especial a la Virgen de los Dolores. Su fama de santidad en vida fue mayor que la de santa Verónica. Es de destacar el servicio que prestó a Città di Castello como mediadora de paz, con ocasión del levantamiento popular que estalló a la muerte del papa Benedicto XIV, en 1758. Murió en este convento llena de méritos. San Juan Pablo II la beatificó el 16 de mayo de 1993.
Florida Cevoli, en el siglo Lucrecia Elena, hija del conde Curzio Cevoli y de la condesa Laura della Seta, nació en Pisa (Italia). Educada en la fe en el seno de su familia, afinó su espíritu bajo la guía de las clarisas del monasterio de San Martín, de Pisa, adonde la llevaron a los 13 años y donde vivió como educanda durante cinco años. Aquel clima de silencio que se respiraba allí suscitó en ella un gran deseo de la vida religiosa.
A los 18 años ingresó en el monasterio de las Clarisas capuchinas de Città di Castello (Perugia), en 1703; tomó el nombre de Florida. Guiada por los consejos y sobre todo por los ejemplos de santa Verónica Giuliani, maestra de las novicias, sor Florida demostró un espíritu de oración excepcional y un gran deseo de progresar en el camino de la contemplación. Se insertó en la vida comunitaria con espíritu atento y humilde, prodigándose en los trabajos más modestos. Hizo la profesión religiosa en 1704.
Desempeñó varios oficios: cocinera, despensera, panadera, responsable de la farmacia, maestra de novicias, vicaria y abadesa. En 1716 santa Verónica fue nombrada abadesa del monasterio y sor Florida, vicaria; estaban tan compenetradas, que toda la comunidad recibió un gran impulso hacia el ideal de la íntima unión con Cristo: era la confidente de la santa y además le ayudaba como secretaria. En 1727, al morir sor Verónica, fue llamada a ocupar su puesto, y hasta su muerte, ejerció el oficio de abadesa, reelegida en trienios consecutivos, con algunos intervalos.
Como su maestra, fue una gran reformadora: se distinguió por una vida de pobreza y austeridad, propia de la reforma de las capuchinas. Los sufrimientos de Cristo en su pasión y la presencia eucarística constituían el objeto primario de su contemplación y de su amor; tenía una devoción especial a la Virgen de los Dolores. Su fama de santidad en vida fue mayor que la de santa Verónica. Es de destacar el servicio que prestó a Città di Castello como mediadora de paz, con ocasión del levantamiento popular que estalló a la muerte del papa Benedicto XIV, en 1758. Murió en este convento llena de méritos. San Juan Pablo II la beatificó el 16 de mayo de 1993.
excelente biografia
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