(it.: Ercolano da Piegaro).
Perteneciente a Hércules.
Martirologio Romano: En Castelnuovo de Garfagnana, también en la Toscana, beato Herculano de Piegaro, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, el cual, predicador eximio por su austeridad de vida, resplandeció por su constante abstinencia y la fama de sus milagros.
Natural de Piegaro (Perugia). A los veinte años vistió el hábito franciscano, proponiéndose imitar a san Francisco de Asís en el ardor de la caridad y en el celo apostólico. Tuvo como maestro al beato Alberto de Sarteano, quien con san Bernardino de Siena, Santiago de la Marca y san Juan de Capistrano fueron las columnas de la Observancia, de aquel providencial movimiento para volver la Orden del los Hermanos Menores a la pureza genuina de la Regla. Consagrado sacerdote, ejerció el ministerio de la predicación recorriendo pueblos y ciudades con gran provecho de las almas que volvían a Dios con la práctica de la vida cristiana. Uno de los argumentos que desarrollaba con preferencia era la Pasión de Cristo. Un viernes santo predicando en Aquila representó tan vivamente a Cristo sufriente y muerto en la cruz, que los fieles prorrumpieron en llanto.
Después de haber anunciado con valor y ardor el Evangelio, llegaba a los conventos de retiro y soledad, donde en perfecto silencio, en oración asidua, en penitencia austera, se recargaba su espíritu de nuevo fervor. Destacó por la austeridad de vida e increíble abstinencia.
En 1429 su ilustre maestro, beato Alberto de Sarteano lo tomó como compañero en una misión especial en Palestina, donde, por orden del papa Eugenio IV iba para tomar posesión de los Lugares Santos en nombre de la Orden de los Hermanos Menores. La visita a los lugares santificados por la vida de Jesús, de María y de los Apóstoles dejó en el corazón de Herculano una marca imborrable. Después de algunos meses volvió a su patria completamente trasformado, listo a reemprender su camino apostólico.
En 1430, mientras predicaba la cuaresma en el duomo de Lucca, los florentinos asediaron la ciudad. Herculano se ofreció como mediador de paz, se interesó en socorrer a los sitiados, y faltando los víveres, ocultamente hizo introducir en el cerco de la ciudad cuanto era necesario para sostener la población. Predijo el retiro de las fuerzas enemigas y la victoria de los Lucenses. La ciudadanía en señal de agradecimiento cedió al beato el convento de Pozzuolo. Construyó otros dos conventos en Toscana: en Barca y en Castelnuovo en Carfagna, donde fue sabio y celoso superior. Murió en Castronovo (Toscana) a los 61 años de edad. Los milagros glorificaron su vida apostólica y también su tumba. Pío IX confirmó su culto el 29 de marzo de 1860.
Natural de Piegaro (Perugia). A los veinte años vistió el hábito franciscano, proponiéndose imitar a san Francisco de Asís en el ardor de la caridad y en el celo apostólico. Tuvo como maestro al beato Alberto de Sarteano, quien con san Bernardino de Siena, Santiago de la Marca y san Juan de Capistrano fueron las columnas de la Observancia, de aquel providencial movimiento para volver la Orden del los Hermanos Menores a la pureza genuina de la Regla. Consagrado sacerdote, ejerció el ministerio de la predicación recorriendo pueblos y ciudades con gran provecho de las almas que volvían a Dios con la práctica de la vida cristiana. Uno de los argumentos que desarrollaba con preferencia era la Pasión de Cristo. Un viernes santo predicando en Aquila representó tan vivamente a Cristo sufriente y muerto en la cruz, que los fieles prorrumpieron en llanto.
Después de haber anunciado con valor y ardor el Evangelio, llegaba a los conventos de retiro y soledad, donde en perfecto silencio, en oración asidua, en penitencia austera, se recargaba su espíritu de nuevo fervor. Destacó por la austeridad de vida e increíble abstinencia.
En 1429 su ilustre maestro, beato Alberto de Sarteano lo tomó como compañero en una misión especial en Palestina, donde, por orden del papa Eugenio IV iba para tomar posesión de los Lugares Santos en nombre de la Orden de los Hermanos Menores. La visita a los lugares santificados por la vida de Jesús, de María y de los Apóstoles dejó en el corazón de Herculano una marca imborrable. Después de algunos meses volvió a su patria completamente trasformado, listo a reemprender su camino apostólico.
En 1430, mientras predicaba la cuaresma en el duomo de Lucca, los florentinos asediaron la ciudad. Herculano se ofreció como mediador de paz, se interesó en socorrer a los sitiados, y faltando los víveres, ocultamente hizo introducir en el cerco de la ciudad cuanto era necesario para sostener la población. Predijo el retiro de las fuerzas enemigas y la victoria de los Lucenses. La ciudadanía en señal de agradecimiento cedió al beato el convento de Pozzuolo. Construyó otros dos conventos en Toscana: en Barca y en Castelnuovo en Carfagna, donde fue sabio y celoso superior. Murió en Castronovo (Toscana) a los 61 años de edad. Los milagros glorificaron su vida apostólica y también su tumba. Pío IX confirmó su culto el 29 de marzo de 1860.
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