(Amelia).
Gracia. Encanto.
Natural de Vercelli; era hija del patricio gibelino Pietro Bicchieri. Desde niña mostró una sensatez muy superior a su edad. Odiaba los discursos inútiles y su principal placer consistía en retirarse en la soledad de su habitación para hablar con Dios. Pronto se quedó huérfana de madre, pero su padre supo rodearla de un profundo cariño. Esto constituyó el obstáculo más grande cuando ella decidió consagrarse a Dios. Al final, en 1255, convenció a su padre para que construyera un convento, en las cercanías de Vercelli, llamado de Santa Margarita, donde ella se enclaustró para vivir la vida religiosa bajo la regla de la Tercera Orden dominicana, fue ése el primer convento de Terciarias Regulares de Santo Domingo.
Tuvo mucho éxito como priora (1273), llevó a toda la comunidad a una gran perfección religiosa. Se ajustó plenamente a las exigencias de su profesión religiosa. Jamás aconsejaba a sus religiosas algo que no practicase ella misma y evitaba en cuanto era posible las conversaciones en el recibidor con las damas principales de Vercelli. Insistía sobre todo en que sus religiosas no perdiesen nunca de vista el fin de sus acciones y las realizasen con pureza de intención; si no, según solía decir, la religiosa será como quien va al mercado sin saber qué quiere y cuál es el precio de la mercancía. Su orden preferida era: “Hacer todo solamente por Dios”. Inculcó insistentemente en sus corazones una gran gratitud por los numerosos beneficios que el buen Dios les había donado.
Vivió en una humildad profunda, feliz de ser sierva de sus hermanas. Fue asidua en la oración, devota de la Eucaristía, de la Pasión de Cristo y de María. La oración y una íntima unión con Dios marcaron toda su vida. Se dice que tuvo dones taumatúrgicos y muchos éxtasis místicos. La beata murió el 3 de mayo de 1314, precisamente el día en que cumplía setenta y seis años. Sus restos reposan en la basílica catedral de Vercelli. Su culto fue aprobado el 19 de julio de 1769 por el papa Clemente XIV.
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