(Gil de Asís).
Sin tierra divina. Protector.
Nació en Asís, en el seno de una familia de campesinos. En 1208, después de orar en la iglesia de San Jorge, se dirigió la Porciúncula, con el deseo de ver a san Francisco de Asís, y así se convirtió en el tercer discípulo. Acompañó a Francisco en sus correrías apostólicas y siempre le remataba sus predicaciones con estas palabras: “¡Muy bien dicho! ¡Fiaos de él!”. En mayo del 1208, Egidio y Francisco recorrieron la Marca de Ancona exhortando al amor de Dios y a la penitencia. De regreso a la Porciúncula, fueron despreciados por los habitantes de Asís, que no quisieron favorecer a quienes renunciando a sus bienes y trabajo vivían a costa de los demás y se negaron a darles limosnas. Francisco envió de dos en dos a sus hermanos al norte, centro y sur de Italia. Egidio y Felipe fueron al este a predicar, inaugurando así la conocida itinerancia franciscana, y el pueblo creyéndoles “ribaldos” no los quiso ayudar, dejándole expuestos a los rigores del invierno, el hambre, el frío y la humedad. Sólo un florentino conociendo su virtud le acogió por unos días. Con otros diez compañeros acompañó a Francisco a Roma para la aprobación oral de la protorregla franciscana por parte de Inocencio III en 1209. Recorrió Santiago de Compostela, Monte Gargano, Tierra Santa en devota peregrinación y con la autorización de su fundador, marchó a Túnez en 1219 para predicar, pero la misión fue un desastre y tuvo que regresar a Italia.
Es conocido por sus proverbios: "Gracia atrae a gracia, vicio golpea a otros vicios". "El camino para ir hacia arriba es aquel de caminar hacia abajo". "Quien no tiene temor, demuestra que no tiene nada que perder". "Este mundo es un campo, que quien tiene el poder mas grande tiene lo peor". Sobre la obediencia decía: "Cuando el buey tiene la cabeza bajo el yugo, los graneros se colman de trigo; pero cuando lo sacude va libre por los prados y cree que ha llegado a ser un gran señor, los graneros no se llenan".
Una vez amonestó a un predicador parlanchín, gritándole detrás: «Bao, bao, bao, hablo mucho, poco hago». Con frecuencia su sabiduría era bondadosamente irónica, como cuando un hermano dijo que había soñado con el infierno y no había visto allí ningún hermano menor, le respondió: «¡Seguramente no bajaste hasta el fondo!». Ante uno que hablaba mucho sin pensar, dijo: «Pienso que uno debería tener el cuello largo como la grulla; así la palabra tendría que pasar por muchos nudos antes de subir a la boca».
Era un hombre lleno de sencillez, y Francisco como san Buenaventura le admiraron mucho. Odiaba la ociosidad y amaba el trabajo manual, y vivió del trabajo de sus manos. Buscó los lugares solitarios para orar y practicar la penitencia. Se le atribuyen diversos milagros, en especial curaciones, así como el don de consejo, con las personas que iban a hablar con él. Fue un hombre contemplativo. Vivió como eremita de 1215 a 1219 en Favorone en la Umbría. Murió en Monteripido cerca de Perugia entregado a la contemplación mística, antes de morir le dijo a los campesinos: "No sonaréis por mí, las campanas. Yo no haré milagros". El 4 de julio de 1777, el papa Pío VI confirmó su culto.
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