(Marco Passionei, Benedicto).
Bendito.
Martirologio Romano: En Fossombrone, del Piceno, en Italia, beato Benito de Urbino, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que fue compañero de san Lorenzo de Bríndisi en la predicación entre husitas y luteranos.
Marco nació en Urbino, miembro de la ilustre familia de los Passionei. Quedó huérfano a los diez años; de carácter reflexivo, fue enviado a las universidades de Perusa y de Padua, donde obtuvo las licenciaturas en Filosofía y en Leyes. De ahí se dirigió a Roma a la corte del cardenal Juan Jerónimo Albani; pero pronto debió regresar a Urbino a causa de dificultades familiares. Entretanto maduraba su vocación religiosa, de modo que a los veintitrés años pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Su constitución frágil y delicada creó serios obstáculos, que fueron superados por su tenaz insistencia y las óptimas condiciones morales del postulante.
Finalmente en 1585 fue admitido a la profesión religiosa, en la cual tomó el nombre de Benedicto. Realizados los estudios sagrados fue ordenado sacerdote y aprobado para el ministerio de la predicación, al cual se dedicó con fervor de alma y simplicidad de palabra. Escogido como compañero por san Lorenzo de Brindisi para la misión entre los husitas y los luteranos en Bohemia en 1599, debió pronto regresar a la patria a causa de la delicada salud y la dificultad para aprender la lengua local. Prosiguió la predicación, dedicándose especialmente a la educación de los jóvenes, y sobre todo al empeño ascético. Desempeñó los oficios de guardián de los conventos Cagli, Fano, Pesaro, Osimo e Fossombrone y definidor de la Provincia.
Profundamente humilde, evitaba cuanto pudiera producirle honores. Hablaba poco y cuando lo hacía primero pedía perdón por sus faltas. No toleraba que nadie hablara mal de los demás, especialmente si estaban ausentes. Con paciencia y resignación toleró las enfermedades que martirizaban su frágil cuerpo hasta reducirlo a piel y huesos. Se flagelaba con disciplinas de hierro y llevaba a la cintura el cilicio. Se alimentaba escasamente, siempre viajaba descalzo, dormía poco, muchas las horas consagradas a la oración, a la predicación y al confesionario. Para él, el sufrir era gozar, el sufrimiento lo asemejaba al Crucificado. “El dolor es prenda segura de eterna felicidad”. Con tiempo predijo su muerte, que esperó sereno y gozoso como su seráfico Padre para volar al cielo.
Al acercarse la última hora, pidió el viático y la unción de los enfermos, que recibió piadosamente; entregó su alma en manos del Señor, en Fossombrone, en el convento de Montesacro, donde se conserva su cuerpo. Sus funerales fueron una solemne manifestación de piedad y de veneración. Los milagros hicieron glorioso su sepulcro. Fue beatificado por el papa Pío IX el 10 de febrero de 1867.
Marco nació en Urbino, miembro de la ilustre familia de los Passionei. Quedó huérfano a los diez años; de carácter reflexivo, fue enviado a las universidades de Perusa y de Padua, donde obtuvo las licenciaturas en Filosofía y en Leyes. De ahí se dirigió a Roma a la corte del cardenal Juan Jerónimo Albani; pero pronto debió regresar a Urbino a causa de dificultades familiares. Entretanto maduraba su vocación religiosa, de modo que a los veintitrés años pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Su constitución frágil y delicada creó serios obstáculos, que fueron superados por su tenaz insistencia y las óptimas condiciones morales del postulante.
Finalmente en 1585 fue admitido a la profesión religiosa, en la cual tomó el nombre de Benedicto. Realizados los estudios sagrados fue ordenado sacerdote y aprobado para el ministerio de la predicación, al cual se dedicó con fervor de alma y simplicidad de palabra. Escogido como compañero por san Lorenzo de Brindisi para la misión entre los husitas y los luteranos en Bohemia en 1599, debió pronto regresar a la patria a causa de la delicada salud y la dificultad para aprender la lengua local. Prosiguió la predicación, dedicándose especialmente a la educación de los jóvenes, y sobre todo al empeño ascético. Desempeñó los oficios de guardián de los conventos Cagli, Fano, Pesaro, Osimo e Fossombrone y definidor de la Provincia.
Profundamente humilde, evitaba cuanto pudiera producirle honores. Hablaba poco y cuando lo hacía primero pedía perdón por sus faltas. No toleraba que nadie hablara mal de los demás, especialmente si estaban ausentes. Con paciencia y resignación toleró las enfermedades que martirizaban su frágil cuerpo hasta reducirlo a piel y huesos. Se flagelaba con disciplinas de hierro y llevaba a la cintura el cilicio. Se alimentaba escasamente, siempre viajaba descalzo, dormía poco, muchas las horas consagradas a la oración, a la predicación y al confesionario. Para él, el sufrir era gozar, el sufrimiento lo asemejaba al Crucificado. “El dolor es prenda segura de eterna felicidad”. Con tiempo predijo su muerte, que esperó sereno y gozoso como su seráfico Padre para volar al cielo.
Al acercarse la última hora, pidió el viático y la unción de los enfermos, que recibió piadosamente; entregó su alma en manos del Señor, en Fossombrone, en el convento de Montesacro, donde se conserva su cuerpo. Sus funerales fueron una solemne manifestación de piedad y de veneración. Los milagros hicieron glorioso su sepulcro. Fue beatificado por el papa Pío IX el 10 de febrero de 1867.
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