Blanco.
Martirologio Romano: En Andgevia (Angers), en la Galia Lugdunense, san Albino, obispo, que censuró con vehemencia las altaneras costumbres de los poderosos y, para renovar la Iglesia, promovió con tesón el III Concilio de Orleans.
Martirologio Romano: En Andgevia (Angers), en la Galia Lugdunense, san Albino, obispo, que censuró con vehemencia las altaneras costumbres de los poderosos y, para renovar la Iglesia, promovió con tesón el III Concilio de Orleans.
Natural de Vannes. Renunció a un titulo nobiliario y al feudo paterno en Bretaña para hacerse monje. Pero su virtud le valió, muy a su pesar, la elección de superior de su convento de Tincillac (cerca de Angers). Durante 25 años fue abad, y como había sido un monje obediente, fue un abad celoso y con autoridad; fue nombrado obispo de Angers, por el pueblo y el clero (529-554). Como era anciano y humilde, hizo de todo para renunciar, alegó que era demasiado viejo, se proclamó indigno, se acusó de inútil, se confesó pecador. Pero su modestia lo confirmó como obispo y tuvo que aceptar la elección.
Fue un obispo siempre celoso, preocupado de transmitir la pureza del evangelio. Desempeñó un papel muy importante en el III concilio de Orleans (538), donde lucho por la reforma de las costumbres. Para él, el Padrenuestro, era el "reglamento de rigor" y el Espíritu Santo procedimiento ordinario. Impuso el velo a santa Manequilde y se opuso con energía a los matrimonios incestuosos, al adulterio y al estupro. El santo predicaba todos los días, era muy generoso con los pobres y menesterosos, pero especialmente con las viudas que tenían muchos hijos. Otra de sus obras predilectas era el rescate de esclavos y gastó enormes sumas de dinero en rescatar a los prisioneros que los bárbaros habían hecho en sus numerosas invasiones.
Según la tradición, san Albino rescató a un cautivo, no de los bárbaros, sino del propio rey Childeberto. Se trataba de una hermosa muchacha en quien Childeberto había puesto los ojos y a la que había mandado raptar y encerrar en una fortaleza. Tan pronto como la noticia llegó a oídos de san Albino, fue éste personalmente al castillo a exigir la libertad de la joven. La figura del obispo inspiró tal respeto a los guardias, que pusieron inmediatamente en libertad a la muchacha. La leyenda añade que uno de los soldados intentó detener a la joven, usando de amenazas y violencia; pero el obispo sopló sobre él y el soldado cayó muerto. El rey no trató de apoderarse de nuevo de la joven, llamada Eteria; pero cometió la villanía de exigir que el obispo pagase el rescate. Prescindiendo de la verdad dudosa de esta leyenda, lo cierto es que el rey Childeberto profesaba gran veneración a san Albino.
Se atribuyeron a san Albino muchos milagros. Además de varias curaciones de enfermos y de ciegos, se cuenta que resucitó a un joven llamado Albaldo. En otra ocasión, después de haber intercedido sin éxito por unos prisioneros, se derrumbó durante la noche una parte del muro de la prisión y éstos pudieron escapar; inmediatamente fueron a ver al santo y le prometieron cambiar de vida.
En su nombre se erigió la abadía de Saint-Aubin en Angers y Saint-Aubin de Moeslain (Alto Marne) es todavía hoy un lugar de peregrinación. Murió con 80 años. San Germán, obispo de París, dejó su diócesis para asistir a su funeral. La gran popularidad de san Albino se debe menos a su vida, sin ningún hecho notable, que a los múltiples milagros que se le atribuyeron, sobre todo después de su muerte. La principal fuente sobre san Albino es la breve biografía de Venancio Fortunato.
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