Corona. Coronado de laurel, victorioso.
Nació en Trento, en el seno de una familia acomodada. A los dieciocho años viste el hábito agustiniano en el convento de San Marcos. Poco después hace el noviciado en Bolonia, de donde es trasladado a Roma y de nuevo a Bolonia para el estudio de la Filosofía y de la Teología. Emitió sus votos religiosos en la Orden Agustiniana en 1794. Obligado por las tropas napoleónicas a abandonar los Estados pontificios, regresó a su ciudad de origen, en la que fue ordenado sacerdote en 1797, viviendo en el convento de San Marcos hasta su supresión en 1809.
Vivió tiempos difíciles. Suprimidas por el gobierno las casas religiosas en su región, vuelve al seno familiar, donde se dedicó intensamente a la actividad docente para cuidar de la formación cultural y cristiana de la juventud, en un ambiente adverso a la religión, abriendo en la propia casa una escuela gratuita. Conquistó en breve tiempo la estima y la confianza de la población, e incluso de la misma autoridad civil, que lo nombró inspector general de las escuelas de todo el territorio trentino. Si al inicio sus alumnos no llegaban al centenar, ahora fueron miles los que de alguna manera dependían de él.
Sin embargo, el P. Esteban deseaba mantenerse fiel su profesión religiosa. Ante la imposibilidad de realizar este deseo en Trento, ya que el gobierno no permitía volver a abrir el convento, en 1817 abandonó la docencia, y, burlando la vigilancia, se refugió en Bolonia, bajo dominio pontificio, donde ya se había restablecido la vida comunitaria. A las autoridades civiles de Trento, que le conminaron a volver para continuar en su puesto, respondió claramente que el vínculo que le une a Dios por los votos “y a mi amadísima Madre, que es la Religión que yo he profesado solemnemente”, es mucho más fuerte que cualquier otro. Aún más: “Esta invitación no me sería hecha ciertamente por vd., si conociera la fuerza de los vínculos sagrados de los religiosos unidos a Dios y al Rey de los reyes, a quien juré fidelidad perpetua ante el altar con los más sagrados votos”.
Llamado a Roma por el P. General de la Orden, fue nombrado maestro de novicios y párroco del santuario de Nuestra Señora de Genazzano, donde dedicó los últimos años de su vida al ministerio parroquial, atendiendo con solicitud a los pobres y a los niños, su ya viejo pero aún gran amor. Fue un gran educador de conciencias. Murió como consecuencia de su dedicación a las víctimas del cólera. Los restos del P. Esteban reposan en el Santuario de la Virgen del Buen Consejo de Genazzano. Fue beatificado el 27 de diciembre de 1904 por san Pío X.
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