Que se alegra, gozoso.
Parece ser que nació en Ivrea. Su familia era noble, pero pagana. Intentó convertirla suscitando entres sus parientes una reacción que le obligó a huir a Vercelli donde el obispo san Eusebio, fue su maestro. Según algunos historiadores, en Vercelli, Gaudencio fue ordenado sacerdote. San Eusebio le tenía tanto aprecio que lo envió a Novara para que ayudara a san Lorenzo de Novara, que solo, anunciaba el Evangelio en un territorio todavía pagano.
El emperador Constanzo II, protegió a los arrianos porque lo apoyaban en su dominio sobre la Iglesia. En el año 355 se convocó en Milán un Concilio, en el que los obispos arrianos, en sintonía con la Corte, condenaron a san Atanasio de Alejandría. Constanzo II envió al exilio a algunos obispos que apoyaban a san Atanasio, entre los que se encontraban, san Eusebio de Vercelli. Gaudencio parece que encontró un puesto en Pavía, pero quiso estar cercano a san Eusebio, y lo alcanzó clandestinamente en el exilio. Pero pronto regresó a Italia, porque Eusebio le ordenó que continuase con la predicación; especialmente en Novara donde san Lorenzo había sido asesinado por los paganos. Se trasladó a Milán, donde vivió algún tiempo con san Martín de Tours, del que fue su notario.
De regreso a Novara, encontró en san Ambrosio de Milán un ejemplo y consejero, que le predijo su episcopado. Fue nombrado primer obispo de Novara, ocupando la sede durante 20 años. San Simpliciano, obispo de Milán, lo consagró obispo en el 398. Convirtió a los últimos paganos incluidos a los que mataron a san Lorenzo y compañeros. Construyó iglesias y monasterios, tuvo fama de taumaturgo y se convirtió en padre de muchas comunidades. Él, obispo, vivió en comunidad con un grupo de sacerdotes, sujetos todos a la misma regla. Con estos acogió y formó a jóvenes aspirantes al sacerdocio. Nombró a su sucesor san Agabio, “para que no hubiese discordias en la elección de pastor”, y murió santamente. Patrón de Novara.
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