Martirologio Romano: En París, en Neustria, san Mederico, presbítero y abad de Autun, que vivió en un paraje retirado, cerca de la ciudad.
Natural de Autun, a los 13 años ingresó en la abadía benedictina de San Martín. En él había cincuenta y cuatro monjes, cuya fervorosa vida regular era la edificación de toda la región. En tan buena compañía, Mederico progresó en la virtud y la escrupulosa observancia de la regla. Elegido abad muy contra su voluntad, precedió con el ejemplo a sus súbditos, ya que era el primero en el cumplimiento del deber. La fama de su santidad atrajo sobre él las miradas de los hombres. Pronto empezaron a acudir gentes de todas partes a consultarle. Como ello le acarrease demasiadas distracciones y tentaciones de vanidad, el santo renunció a su cargo y se retiró durante algún tiempo al bosque y vivió como ermitaño en una celda cercana a Paris, en el lugar donde hoy existe la iglesia de Saint-Merry.
Pero el pueblo no tardó en descubrir su retiro y una enfermedad le obligó a retornar al monasterio. Ahí pasó algún tiempo, edificando y ayudando a sus hermanos a progresar en la virtud. Murió en París, durante una peregrinación que realizaba en compañía de su discípulo san Frodulfo a las tumbas de san Dionisio de París y san Germán de Auxerre. Se estableció en una pequeña celda contigua a la capilla de San Pedro, en el norte de la ciudad. Al cabo de dos años y nueve meses de una penosa enfermedad, que soportó con admirable paciencia, murió apaciblemente.
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