Martirologio Romano: Beata María Vírgen de Guadalupe en Méjico, a su ayuda maternal el pueblo de fieles implora humildemente numeroso en la colina de Tepeyac cercana a la ciudad de Méjico, donde ella se apareció, saludándola con confianza como la estrella de la evangelización del pueblo y sustento de los indígenas y de los pobres.
La aparición, el 9 de diciembre de 1531, de la "Morenita" al indio Juan Diego, en Guadalupe, en Méjico, es un evento que ha dejado un surco profundo en la religiosidad de la cultura mejicana. El hecho guadalupano fue un caso de "inculturación" milagrosa: meditar sobre este evento significa hoy ponerse en la escuela de María, maestra de humanidad y de fe, anunciadora y sierva de la Palabra, que debe resplandecer en todo su fulgor, como la imagen misteriosa sobre la tilma del vidente mejicano que la Iglesia recientemente ha proclamado santo.
LAS APARICIONES:
Las apariciones tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata es el “Nican mopohua”, atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605) y publicado en 1649 por el presbítero Miguel Sánchez en su libro “Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe”:
Diez años después de la conquista de México, el día 9 de diciembre de 1531, Juan Diego iba rumbo al convento de Tlaltelolco para oír misa. Cuando pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al volverse vio una Señora muy hermosa.
Le dijo que ella era la Inmaculada Virgen María, Madre del Verdadero Dios. "Y para realizar lo que mi clemencia pretende, irás a la casa del Obispo de México y le dirás que yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo; que aquí en el llano me edifique un templo. Le contarás cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que le agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás que yo te recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo. Ya has oído mi mandato, hijo mío, el más pequeño: anda y pon todo tu esfuerzo".
Juan se inclinó ante ella y le dijo: "Señora mía: ya voy a cumplir tu mandato; me despido de ti, yo, tu humilde siervo".
Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.
La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.
Juan regresó a la colina, dio el recado a María Santísima y ella prometió darle una señal al siguiente día en la mañana. Pero Juan Diego no podía cumplir este encargo porque un tío suyo, llamado Juan Bernardino había enfermado gravemente.
Dos días más tarde, el día 12 de diciembre, Juan Bernardino estaba moribundo y Juan Diego se apresuró a traerle un sacerdote de Tlaltelolco. Llegó a la ladera del cerro y optó ir por el lado oriente para evitar que la Virgen Santísima le viera pasar. Primero quería atender a su tío. Con grande sorpresa la vio bajar y salir a su encuentro. Juan le dio su disculpa por no haber venido el día anterior. Después de oír las palabras de Juan Diego, ella le respondió: "Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿Qué más te falta? No te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella; está seguro de que ya sanó".
Cuando Juan Diego oyó estas palabras se sintió contento. Le rogó que le despachara a ver al Señor Obispo para llevarle alguna señal y prueba a fin de que le creyera. Ella le dijo: "Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, recógelas y en seguida baja y tráelas a mi presencia".
Juan Diego subió y cuando llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran brotado tan hermosas flores (eran rosas, flor que entonces no se cultivaban en Nueva España). Presto empezó a córtalas, las echó en su regazo y las llevó ante la Virgen. Ella tomó las flores en sus manos, las arregló en la tilma y dijo: "Hijo mío el más pequeño, aquí tienes la señal que debes llevar al Señor Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu tilma y descubras lo que llevas".
Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.
Al soltar su tilma, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.
Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.
LA TILMA DE JUAN DIEGO:
La tilma en la cual la imagen de María apareció, está hecha de fibra de maguey. La duración ordinaria de esta tela es de veinte años a lo máximo. Tiene 195 centímetros de largo por 105 de ancho con una sutura en medio que va de arriba a abajo.
Impresa directamente sobre esta tela, se encuentra la figura de Nuestra Señora. El cuerpo de ella mide 140 centímetros de alto.
Esta imagen de la Santísima Virgen es el único retrato auténtico que tenemos de ella. Su conservación en estado fresco y hermoso por más de cuatro siglos, debe considerarse milagrosa. Se venera en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México, donde ocupa el sitio de honor en el altar mayor.
RECONOCIMIENTOS:
En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.
El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.
En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina y Filipinas.
En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El beato Juan XXIII la tituló "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas". El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.
El 6 de mayo de 1990, en la Basílica de Guadalupe (México), Juan Pablo II presidió la solemne beatificación de Juan Diego Cuauhtlatoatzin. En la homilía, el papa tituló a Juan Diego «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac»
El miércoles 31 de julio de 2002, Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue canonizado por el propio Juan Pablo II en una celebración realizada en la ciudad de México, durante uno de sus viajes apostólicos. MEMORIA FACULTATIVA.
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