Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Franco Lippi, ermitaño de la Orden de los Carmelitas, célebre por la austeridad de su vida.
Nació en Grotti (Siena). En su juventud frecuentó malas compañías y fue su jefe sobre todo en el juego, que era su pasión dominante; para huir de la justicia se unió a un grupo de mercenarios y les superó a todos en los crímenes hasta los 50 años. Dicen que cierto día, llegó su locura a tal grado, que en un arrebato de ira, cuando ya había perdido todo, dijo: "Me juego los ojos porque no creo en el que me los ha dado". Y se quedó ciego y en aquel momento empezó su camino de arrepentimiento y penitencia.
Marchó en peregrinación a Compostela, cargado de cadenas y pidiendo perdón a cuantos encontró a su paso, y dando a conocer sus muchos pecados para ser despreciado por todo el mundo. En Santiago recibió la gracia de la vista y el deseo de retirarse a la soledad y penitencia. Vuelto a Siena fue absuelto por el beato Gregorio X; después de escuchar un sermón del beato Ambrosio Sansedoni, decidió recluirse en una celdilla en la que permaneció cinco años haciendo grandes penitencias. Un día, estando en oración, tuvo la visión de María vestida de carmelita que le dijo: "Franco, hijo mío, quiero que cuanto antes vistas el hábito de la Orden de los carmelitas, y vivas en adelante para mi servicio, pues te tengo preparada en el cielo una gran corona". Fue acogido como hermano lego. Tenía más de 65 años, pero fue capaz de ganarse el título de santo con el fervor que demostró en su nueva vida. Está sepultado en el convento carmelita de Cremona. Algunas veces se lo confunde con el beato Franco de Siena (Francisco Patrizi), servita, muerto en 1328.
Está sepultado en el convento carmelita de Cremona. Su vida inspiró el drama San Franco de Siena de Agustín Moreto. Su culto fue confirmado en 1670 por el papa Clemente X. En la última reforma litúrgica ha desaperecido su nombre del culto universal de la Iglesia.
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