Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, san Alonso de Orozco, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, encargado de la predicación en el palacio del rey, se mostró austero y humilde.
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Fue prior en Soria, Medina del Campo, Sevilla, Granada, Valladolid. Se ofreció para ir a Méjico, pero tuvo que volverse desde Canarias, porque se puso enfermo. También fue Definidor, Presidente de Capítulos y Visitador. Fundó un convento de agustinas en Talavera y dos en Madrid. En 1560, marchó a Madrid, donde se había trasladado la Corte, junto a Felipe II, que siempre le tuvo en gran estima, lo mismo que escritores como Quevedo o Lope de Vega. Vivió humildemente en el convento de San Felipe. Durante 31 años (1560-1591), será el santo de Madrid, el hombre de mayor influencia y veneración, como predicador real. Otras de sus tareas fue escribir. Entre sus obras sobresale un tema ya esbozado por san Bernardino de Siena y fray Antonio de Aranda: “Tratado de las siete palabras de María Santísima”.
Su vida estuvo llena de cruces y gracias del cielo. Se consolaba con la oración. Practicó las virtudes en grado heroico. A veces se serenaba tocando el clavicordio. Se mortificaba intensamente. Renunció por humildad a la mitra de Toledo. Fue devotísimo de María. Los últimos años, junto a numerosas gracias del cielo, padeció dolorosas enfermedades. Murió después de una predicación de media hora. Al morir ejercía el cargo de superior del convento de la Encarnación, vulgarmente conocido como Colegio de doña María de Aragón, hoy sede del Senado. Fray Alfonso de Orozco fue beatificado en 1881, y canonizado por Juan Pablo II el 19 de mayo de 2002.
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