(it.: Nunzio Sulprizio).
Menguante, anunciador.
Martirologio Romano: En Nápoles, en la región de Campania, beato Nuncio Sulprizio, quien, después de haber quedado huérfano, con una pierna infectada por la caries y el cuerpo exhausto, soportó sus sufrimientos con ánimo sereno y alegre. Dispuesto siempre a ayudar a todos, y pobre entre los pobres, consoló en gran manera a los demás enfermos y alivió sus miserias.
Nació en Pescosansonesco, cerca de Pescara. Pronto se quedó huérfano y trabajó como orfebre o herrero a las órdenes de su tío Domingo Luciani, Después vivió con un tío quien lo maltrataba; a consecuencia de una paliza, el tío le provocó a Nuncio una lesión en el tobillo que dañó el hueso y se tornó incurable. Pese a su frágil salud fue obligado a trabajar en la herrería de su pariente como aprendiz, donde -sin considerar lo adverso del medio en el aspecto religioso- dedicaba tiempo a la oración. Ingresó en el hospital de San Salvador de L’Aquila (1831).
Su conducta ejemplar le ganó la estima de sus compañeros, quienes lo llamaban el pequeño santo cojo. En época de huelgas compartía su exiguo salario con aquellos que no recibían sueldo, que le hacía trabajar más allá de sus fuerzas.
En 1832, fue a Nápoles al lado de otro tío, Francisco Sulprizio. La lesión en su pierna le causaba un sufrimiento atroz y fue internado en el Hospital de incurables de santa María del Pueblo, gracias a las gestiones del coronel Wochinger, quien, al fin, lo llevó consigo (1834), aunque su pierna todavía no estaba curada, pero los médicos no quisieron amputarla por la debilidad orgánica del muchacho.
Se impuso un reglamento de vida cristiana que observó con toda fidelidad. Su paciencia en soportar la mala salud y la desgracia (supo mantener la castidad en medio de los males sociales de su época) hicieron que fuera propuesto como modelo para los jóvenes y trabajadores. Vivió cristianamente durante sus 19 años, dando siempre ejemplo de caridad y entrega. Siempre profesó gran devoción a María Santísima. Quienes lo conocieron en el nosocomio de Nápoles -donde murió-, lo consideraban santo. Antes de morir dijo: "¡Oh, la Virgen María, vean cuan bella es!". Murió en Nápoles. Fue beatificado por el beato Pablo VI el 1 de diciembre de 1963. Protector de inválidos y de víctimas de accidentes de trabajo.
Nació en Pescosansonesco, cerca de Pescara. Pronto se quedó huérfano y trabajó como orfebre o herrero a las órdenes de su tío Domingo Luciani, Después vivió con un tío quien lo maltrataba; a consecuencia de una paliza, el tío le provocó a Nuncio una lesión en el tobillo que dañó el hueso y se tornó incurable. Pese a su frágil salud fue obligado a trabajar en la herrería de su pariente como aprendiz, donde -sin considerar lo adverso del medio en el aspecto religioso- dedicaba tiempo a la oración. Ingresó en el hospital de San Salvador de L’Aquila (1831).
Su conducta ejemplar le ganó la estima de sus compañeros, quienes lo llamaban el pequeño santo cojo. En época de huelgas compartía su exiguo salario con aquellos que no recibían sueldo, que le hacía trabajar más allá de sus fuerzas.
En 1832, fue a Nápoles al lado de otro tío, Francisco Sulprizio. La lesión en su pierna le causaba un sufrimiento atroz y fue internado en el Hospital de incurables de santa María del Pueblo, gracias a las gestiones del coronel Wochinger, quien, al fin, lo llevó consigo (1834), aunque su pierna todavía no estaba curada, pero los médicos no quisieron amputarla por la debilidad orgánica del muchacho.
Se impuso un reglamento de vida cristiana que observó con toda fidelidad. Su paciencia en soportar la mala salud y la desgracia (supo mantener la castidad en medio de los males sociales de su época) hicieron que fuera propuesto como modelo para los jóvenes y trabajadores. Vivió cristianamente durante sus 19 años, dando siempre ejemplo de caridad y entrega. Siempre profesó gran devoción a María Santísima. Quienes lo conocieron en el nosocomio de Nápoles -donde murió-, lo consideraban santo. Antes de morir dijo: "¡Oh, la Virgen María, vean cuan bella es!". Murió en Nápoles. Fue beatificado por el beato Pablo VI el 1 de diciembre de 1963. Protector de inválidos y de víctimas de accidentes de trabajo.
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